XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6, 7-13: Un bastón y nada másAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Jesús les encargó que llevaran para
el camino un bastón y nada más; pero ni pan, ni alforja, ni dinero, ni túnica de
repuesto”. San Marcos, cap.6.
Cuando Ciro el Grande
asediaba, a mitad del siglo VI a. C., la ciudad de Priene, todos los habitantes
huían llevando a cuestas sus posesiones. Sólo Bías, uno de los sabios de Grecia,
abandonaba la ciudad serenamente sin ningún equipaje. A sus paisanos que lo
interrogaban extrañados, respondió el sabio: “Todo lo llevo conmigo”. Cargaba a
cuestas su sabiduría.
El cristiano de hoy,
también en camino, no tiene como ideal la acumulación de bienes materiales,
porque busca otra mejor riqueza dentro de otra jerarquía de valores. Allí ocupa
lugar preferencial la sencillez de vida, que nos señala cuántas cosas pueden
esclavizarnos. Esto supone al mismo tiempo una fe en la providencia de Dios y
una mayor libertad para servir más a los demás.
La pobreza es tema de
actualidad en la Iglesia de hoy. Cuando los obispos se reunieron en
Puebla, allí optaron por los pobres. ¿Pero qué es la pobreza a la luz del
Evangelio?
Para algunos
consiste únicamente en actitudes interiores, y dada la ocasión, en un posible
desprendimiento. Otros desean instaurar una pobreza rayana en la miseria. Llegan
casi a negar el dogma de la creación que nos explica cómo Dios creó al hombre y
lo hizo rey del universo.
Pero, como siempre
sucede, la verdad está en el medio. Podemos poseer porque somos seres
racionales. Pero no es lícito desbordarnos de manera egoísta, oprimiendo a los
otros.
Para encontrar la pobreza
que aconseja el Señor, conviene en primer lugar analizar el medio humano en que
vivimos. No estamos en un país rico, donde todo el mundo tiene lo necesario y
aún un poco más. En nuestro entorno, lo que algunos les sobra, lo que se
despilfarra de modo irresponsable, les hace falta a muchos para apenas
sobrevivir.
Juan Pablo, durante su
primera visita a México nos dijo: “La propiedad está gravada siempre por una
hipoteca social, así los bienes servirán equilibradamente a la destinación que
Dios les ha dado”.
Revisemos honradamente
nuestros gastos, nuestros lujos, nuestro nivel de vida.
De otro lado, pobreza
cristiana es ante todo una elección personal. No esperemos que la Iglesia o las
leyes nos señalen una medida exacta frente a los bienes temporales. Nos consta
que en la mayoría de los países, los grandes capitales permanecen en manos de
unos pocos. Los cuales a su vez controla los medios de producción, las
comunicaciones y todo el engranaje político.
Es hora entonces de
escuchar a Paulo VI quien escribió en la “Populorum Progressio”: “Hay que actuar
pronto y a profundidad. Hay que poner en práctica transformaciones audaces,
profundamente innovadoras. Hay que emprender sin esperar más, reformas
urgentes”.
Estas palabras se dirigen a
todos, pero principalmente a quienes tienen mayor influencia en nuestra
comunidad: Los dirigentes, industriales, profesionales, maestros y
comunicadores. Los que pueden abrir sus manos y su corazón para crear desde hoy
mismo una sociedad más justa y más cristiana.
Si leyendo estas
reflexiones sentimos un deseo sincero de ser más sobrios en nuestra vida
personal y familiar, de cambiar de una vez las políticas de nuestra empresa para
servir mejor al hombre, el Evangelio toca a nuestras puertas.
El Señor nos hará conocer
sus caminos. Que su sabiduría, mayor que la de Bías, tiene la poder para cambiar
el mundo.