XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6, 7-13:
Ve y profetiza

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

Sitio Web 

 

Entonces llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. San Marcos, cap. 6.

Un documento de los obispos franceses señala que la fe cristiana venía, en muchos lugares del mundo, como un manso río que fecundaba las tierras aledañas. Mis padres son practicantes y entonces yo los imito, sin ningún problema ni discusión. Cuanto me dicen educadores y sacerdotes van creando en mí convicciones religiosas estables.

Pero múltiples rupturas sociológicas, o mejor fracturas, han interrumpido ese proceso. Entonces es necesario ofrecer la fe, aunque ella es ante todo un regalo de Dios, a cada persona, a cada grupo, a cada sociedad.

De otra parte el papa Benedicto ha expresado en varias ocasiones: La fe en Jesucristo no se impone, se propone.

Cuando Jesús envía a los Doce a aquella primera excursión, les pide que anuncien el Reino de Dios y expulsen los demonios. En otras palabras: Que propongan los valores fundamentales del Evangelio, procurando vencer los obstáculos que se oponen al proyecto del Señor.

Una tarea que empezó con aquellos discípulos, pero continúa en la historia y en la cual todos los bautizados somos protagonistas.

El Maestro les indica a aquellos enviados determinadas condiciones, para que su palabra sea acogida. Hoy nosotros, empeñados en ese mismo anuncio, necesitamos crear unas circunstancias por las cuales nuestro mensaje sea aceptado y asimilado.

Cuando Paulo VI inició su ministerio pastoral, señaló en la encíclica Ecclesiam Suam, que el diálogo sincero y amable con el hombre contemporáneo, es la herramienta más propia para anunciar a Jesucristo.

Verificamos que el mundo de hoy es muy distinto al existió en tiempos pasados. No porque se encuentre afectado por algunos cambios culturales, sino algo más: Está inmerso en una nueva cultura.

Para comprobarlo bastaría compartir con gente joven. Comunicarnos con quienes avanzan por los caminos de la ciencia y la tecnología. Su escala de valores y aún sus costumbres, los convierten para nosotros casi en extraterrestres.

En consecuencia si queremos llegar al hombre de hoy, es necesario descubrir nuevos códigos de comunicación y nuevos lenguajes. Pero ese mundo fascinante y extraño es el mundo al cual hemos sido enviados.

El Antiguo Testamento nos presenta un amplio elenco de profetas, que llevaron el mensaje de Dios, con frecuencia en difíciles circunstancias y son ejemplo para nosotros. Pertenecieron a todas las clases sociales: Samuel, un joven sin experiencia, Eliseo, un labriego adinerado. Amós era un pastor, Isaías, alguien de clase alta. Miqueas, un simple campesino, Jeremías de ascendencia sacerdotal y un hombre tímido. Ezequiel, un sacerdote desplazado.

Dos condiciones podríamos señalar, aparte de la gracia del Señor, para que nuestro anuncio sea creíble: En primer lugar mantener una actitud de amabilidad y comprensión con los demás. No podemos forzarlos a aceptar nuestras estructuras religiosas, en las cuales no fueron formados. Y en segundo lugar: Presentar lo esencial de nuestra fe, dejando de lado lo secundario. Se dan muchas batallas inútiles, buscando defender elementos meramente tradicionales, o folclóricos. O bien, ritos de poca monta.

Da grima, sin embargo, que muchos de nosotros, en relación con el anuncio del Evangelio, permanezcamos en un oscuro pasivismo: No me entienden. No me hacen caso. Es mejor callar. Pero el mandato del Señor resuena diariamente en nuestro corazón: Ve y profetiza.