XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,30-34:
Inquieto está el corazón

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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Jesús les dijo entonces a los Doce: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. San Marcos, cap. 6.

Mecánicos, ingenieros, arquitectos han de estar atentos a la fatiga de los metales para evitar catástrofes. Porque los cuerpos físicos, al paso del tiempo, van perdiendo capacidad de resistencia.

Algo semejante nos sucede a los humanos. A veces nuestro mundo pareciera una gran fábrica de cansancio, que poco a poco, nos va arropando el alma. Lo han llamado estrés. Un deterioro de nuestros mecanismos síquicos y espirituales. Por eso muchos contemporáneos, rodeados de bienes y comodidades, ya no quieren vivir.

En el entorno en que vivió Jesús, bajo un medio ambiente limpio y apacible, sólo acechaba el cansancio de las duras caminatas acostumbradas por Él y sus discípulos. Los compromisos del Señor no serían tan puntuales, que lo forzaran a cumplir estrictos horarios.

Sin embargo, esta invitación a descansar que trae el evangelio de San Marcos, se ofrece al hombre de todos los tiempos: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar.

Los apóstoles habían vuelto de aquella primera correría pastoral. Una misión que pudo durar cerca de dos meses. Ahora regresaban contentos, contando cuanto habían hecho y enseñado. Y se encontraban visiblemente cansados. Quisieron aislarse, pero la gente los acosaba, en busca de las curaciones del Señor. No encontraban tiempo ni para comer, apunta el evangelista.

Descubrimos aquí el origen cristiano del descanso. Un deseo paternal de Dios: Que vivamos una vida serena, donde trabajemos con responsabilidad, y a la vez podamos descansar humanamente.

Pero así como una profesión o una técnica se aprenden, es necesario entrenarnos para saber descansar.

En primer lugar, necesitamos orden en las tareas que realizamos. Orden en el manejo de los bienes, pocos o muchos, que administramos. Orden en las relaciones humanas, para que los afectos o desafectos, no contaminen la paz interior.

Nuestras ciudades abrumadas de ruido y contaminación, nos proyectan hacia el campo, en busca de silencio y de aire sin usar.

Pero hay otro espacio, no lejos de nosotros porque se encuentra en la mitad del alma, donde es posible descansar mediante el encuentro con el Señor.

San Juan de la Cruz, en uno de sus poemas, nos habló de la soledad sonora. Que muchos creen patrimonio exclusivo de místicos y ermitaños. Pero no es así. Todos podemos en determinadas circunstancias, traspasar esa frontera desde el ruido y el smog, hacia el encuentro gratificante y gozoso con Dios. Lo puede hacer el estudiante, el obrero, el mecánico, el agricultor, el gran gerente, la enfermera y la madre de familia.

Para verificar y sentir que hay Alguien todopoderoso que nos ama y nos apoya. ¿Qué mejor terapia para tanta fatiga? Es la invitación de Jesús en san Mateo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.

¿Un fármaco virtual para una dolencia real? dirán algunos. Pero conviene recordar que la persona humana no se limita dentro de un espacio físico. Trasciende sus componentes materiales.

Por su parte san Agustín, hombre experimentado en búsquedas y en desencantos, escribió un día: Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».