XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6,1-15:
Una honrosa encomienda

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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 �Entonces Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió. Solamente  los hombres eran unos cinco mil.  Lo mismo todo lo que quisieron del pescado�. San Juan,  cap. 6.  

Quizás de niños imaginamos que la Divina Providencia era otra santa más del calendario. Pero luego entendimos que así se nombra la amorosa actitud de Dios, frente a las penurias de sus hijos. Nos lo enseñó  Jesús: Mirad los pájaros. No guardan en graneros y vuestro Padre celestial los alimenta. Mirad los lirios, no se fatigan ni hilan. Y Salomón con toda su riqueza, no se vistió como uno de ellos. 

 En el pasaje de la multiplicación de los panes y los pescados, vemos de cuerpo entero esa Divina Providencia.

Todos los evangelistas narran el hecho. Lo cual significa que en las primeras comunidades cristianas se recordaba con interés y admiración.

El Señor siente lástima por la multitud que lo ha seguido y ahora tiene hambre. Comparte entonces su preocupación. �¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?.  El apóstol Felipe le contesta: �Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un bocado�.

Con toda razón. El evangelista dirá más adelante que ese día comieron cinco mil hombres. Y aunque las cifras que nos trae la Biblia no son del todo fiables, se trataba de una gran multitud. Andrés, otro de los discípulos, interviene: �Señor, aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces�. Habituados a desplazarse con frecuencia, los judíos habían simplificado su menú hasta el extremo: Les bastaba un poco de pan y algún pescado.  Sin embargo Andrés es pesimista.  �¿Pero qué es esto para tantos?�.

El evangelista no señala el itinerario de aquel fiambre, desde la  alforja del muchacho hasta las manos del Señor.  ¿Aceptaría gustoso  proveer la materia prima de aquel prodigio?  ¿Habría  de por medio algún diálogo?.

�Jesús tomó los panes, dio la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo todo lo que quisieron del pescado�.   El mandarlos sentar se explica para evitar tumultos y empellones. 

Otras versiones del Evangelio señalan que los discípulos colaboraron en la repartición de este alimento milagroso.

El libro segundo de los Reyes nos cuenta un episodio semejante: Traía un hombre en su bolsa veinte panes, que debía entregar a Eliseo, pues eran ofrenda de primicias. Pero el profeta le dijo: Dáselos a la gente. Pudieron entonces comer cien personas y aún sobró alimento.

Sería interesante averiguar cómo se llamaba aquel muchacho, dueño de los cinco panes y los dos pescados. Cuál sería su pasmo, al contemplar que tan poca cosa abastecía  a una muchedumbre. Qué pensaría enseguida de este profeta de Nazaret.

 

En el texto de san Marcos hay una frase, con la cual Jesús confía a sus discípulos esa honrosa encomienda: �Dadles vosotros de comer�. A ellos y luego a nosotros. Porque hoy el Señor no acostumbra multiplicar directamente el pan, el vestido, la educación, la vivienda, la salud y muchas cosas más, para todos sus hijos.

 

Pero con frecuencia nosotros respondemos: Somos inexpertos en cuestiones sociales. Sólo tenemos en nuestro haber  cinco panes y dos pescados.  

 

Se nos olvida que al  compartir con los necesitados, en el equipo de la Divina Providencia, se producen asombrosos resultados.