XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6,1-15:
El ábaco de Dios

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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 “Entonces Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron con el pescado”. San Juan, cap. 6.

1.- Un pequeño tablero, sobre el cual se corrían de forma horizontal varias cuentas, ensartadas en hilos. Era el ábaco, con el cual se enseñaron en tiempos pasados, los rudimentos de las matemáticas. Se dice que fue inventado por los chinos, o tal vez por los tártaros.

Los métodos de Dios para multiplicar sus bondades, o restar de su haber nuestras faltas, discurren sobre su propio corazón. De esta manera madruga a alimentar los pájaros y a vestir a los lirios. De este modo, cada noche borra con esmero maternal, nuestros pecados.

El pasaje de la multiplicación de los panes y los pescados, es sólo una muestra gratuita de tantas cosas que hace el Señor en favor nuestro. El acontecimiento lo registra el evangelio en seis oportunidades. San Mateo y san Marcos lo cuentan dos veces. Sólo una vez los demás. Pudiera ser un texto repetido, o bien el hecho ocurrió en varias ocasiones.

2.- San Juan lo ubica en un lugar indeterminado: “La otra parte del lago”. Y le señala una fecha aproximada: “Estaba cerca la Pascua”. Lo cual explica la cantidad de hombres que se habían reunido, de camino hacia Jerusalén. Allí debían acudir para la fiesta, los mayores de doce años. Las mujeres y los niños lo hacían a veces. El texto nos indica además la razón de tal prodigio: Muchos seguían al Señor un día y otro, sin preocuparse de llevar provisiones.

En un paraje vecino al Tiberiades tuvo lugar un programa conjunto, entre el corazón de Dios y nuestros pobres recursos. Jesús le pregunta a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman estos?”. Felipe le presenta un estudio de factibilidad: “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno tome un bocado”. Un denario era el jornal de un obrero, pero san Juan anota que “solamente los hombres eran unos cinco mil”.

3.- El Señor ordena a los discípulos: “Decid a la gente que se siente en el suelo”. Sería una forma de mantener en orden aquella turba. “Había en el sitio mucha hierba”, advierte también el evangelista, lo cual señala un tiempo de primavera, antes o después de la Pascua. Andrés, otro de los Doce, ofrece una solución más realista, aunque insuficiente: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”, el menú ordinario de los pobres.

Jesús toma los panes y los pescados, dice la acción de gracias, como lo hacía cada judío en los momentos importantes, y en seguida todos reciben los milagrosos alimentos. Aquel muchacho, cuyo nombre e historia quisiéramos saber, hijo de una madre previsiva, presentó la materia prima para el milagro. Comieron todos hasta saciarse, leemos en texto. Aún más, se recogieron doce canastas con las sobras. Sentido ecológico quizás, o abasto para las aves domésticas.

4.- Hoy nos toca a nosotros acordar una alianza estratégica entre nuestros recursos, tal vez escasos, y el poder del Señor que sabe multiplicar sobre el ábaco de su corazón. Entonces muchos necesitados tendrán pan, techo, salud y educación. Es urgente globalizar la caridad, con idéntica amplitud y la misma velocidad de las actuales comunicaciones.