XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 41-51:
Discípulos de Dios

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Dijo Jesús: Está escrito en los profetas: Serán todos discípulos de Dios. El que escucha lo que dice el Padre, aprende y viene a mí”. San Juan, cap. 6.

 

Erasmo de Rótterdam, en su “Elogio de la Locura”, nos deja sin saber si la ciencia humana es tontería. Si la ignorancia es el mejor  camino para ser sabio.

 

Pero Cristo nos dice en su Evangelio que la ciencia de Dios es mejor y muy distinta. El enseña a todas horas a quienes lo escuchan. Si estamos atentos, como explicó Isaías en el capítulo 54: “El pueblo de Yavéh no temerá la opresión y se mantendrá firme, y todos sus hijos serán instruidos por el Señor”.

 

¿Y cómo enseña Dios? ¿Cuál es su escuela? Leyendo el nuevo Testamento, aprendemos que Dios enseña de muy variadas maneras: Por la creación, por la conciencia, por la Biblia, por Jesucristo, por la Iglesia... Reflexionemos ahora sobre la conciencia.

 

En la infancia aprendimos que la conciencia es la voz de Dios. Después, entre las dificultades y tentaciones de la vida, más de una vez la hemos tenido como enemiga y hemos ahogado sus clamores.

 

Pero Dios nos enseña de una manera paternal. Los padres realizan hacia los hijos una forma de comunicación que muchas veces no necesita las palabras. Ellos transmite su vida  y sus valores, como por ley de ósmosis hacia los de casa. la conciencia de los hijos. “Conciencia es...” Todos recordamos un rostro, un tono de voz. Entonces nos nacía el temor de disgustar a quien se ama, un deseo de imitación, de avance hacia unos vales. Así aprendemos de nuestro Padre Dios

 

Hay otra comparación muy sencilla para explicar la conciencia. Es semejante a un semáforo. Nos indica unas normas que custodian nuestra vida. Nos ayuda a respetar al prójimo. Le da armonía al convivencia ciudadana. Sería una locura desatender  sus órdenes.

  

En este misterio hondo, a la vez rudo y suave, de la conciencia, habla Dios a sus hijos. Dichosos nosotros cuando sabemos escucharlo. Quien sigue la conciencia se hace sabio porque se hace discípulo de Dios. 

 

Dijo San Agustín: “Le muestras a una oveja un ramo verde y se irá tras de ti; unas nueces a un niño y se te acerca: a nosotros solamente nos arrastra el amor, con lazos que atan el corazón”. Bien sabe todo esto la pedagogía del Señor.