XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69: Allá en CafarnaúmAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Muchos, al oír a
Jesús, dijeron: Este modo de hablar es inaceptable. ¿Quien puede hacerle caso?
Desde entonces muchos discípulos no volvieron a ir con él”. San Juan, cap. 6.
Cafarnaúm - aldea de Nahum
o del consuelo- recostaba sus casas sobre la orilla del Tiberíades.
Por ser lugar fronterizo
poseía un puesto de aduanas, uno de cuyos empleados era Leví, a quien Jesús
llamó al apostolado.
Para el Maestro, este lugar
de tránsito de judíos y extranjeros, se convirtió muy pronto en su centro de
actividades.
Cafarnaúm fue "su ciudad".
En ella realizó muchos milagros: Curó al siervo del centurión, al paralítico, al
leproso, al hombre de la mano seca, a la suegra de Pedro, a la mujer que padecía
flujo de sangre, a un endemoniado. Resucitó allí a la hija de Jairo.
Cerca a Cafarnaúm calmó la
tempestad. También allí pronunció el discurso sobre el Pan de Vida.
El capítulo VI de Juan nos
trae el milagro de la multiplicación. Además una enseñanza: Jesús es el Pan de
Vida, y la reflexión de la primitiva comunidad cristiana sobre el tema. Pero no
es fácil separar estos tres elementos. Cristo nos promete vida, vida plena y
eterna. Toca así una de nuestras fibras más hondas. Porque todos deseamos vivir,
vivir en plenitud, vivir largos años.
Pero falta comprobar si la
promesa de Cristo se hace realidad en la vida concreta de los hombres.
Se realiza en la vida de la
Madre Teresa, que tiende la mano a los moribundos por las calles de Calcuta. Se
realiza en la historia de aquellos que se han comprometido con el hombre. Una
realización que no consiste en acumular bienes ni en dominar al prójimo.
Habría que examinar el
corazón de la gente sencilla. Habría que buscar a muchos desconocidos que
lograron la paz, casi sin darse cuenta, porque han cultivado una simple y
anónima alegría.
A quienes viven en silencio
la fiesta de la vida. Los que son felices en medio de las tempestades.
Sería necesario reunir, en
un sólo día, todos los buenos ratos que nos ha deparado la existencia.
Habría que mezclar el gusto
de una conciencia limpia con la satisfacción del deber cumplido. Con el gozo de
servir al hermano. El cariño sincero y constructivo, con la satisfacción de
triunfar después de muchas batallas leales. Todo ello es vida, vida de Dios que
se derrama en nuestro ser.
Todo el largo capítulo VI
de San Juan, que encierra setenta y un versículos, termina con el desconcierto
de algunos que no entendieron el mensaje del Maestro: "Dura es esta doctrina.
¿Quién podrá hacerle caso?".
Cuando nos declaramos
vencidos, defraudados. Cuando no le encontramos sentido a la existencia. Cuando
decimos que la felicidad no existe, es porque tampoco nosotros hemos entendido
la palabra del Señor.