XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69: Más duro, el corazónAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Muchos discípulos
dijeron: Dura es esta doctrina; ¿quién puede hacerle caso? Jesús dijo a los
doce: ¿También vosotros queréis marcharos?”. San Juan, cap.6.
Francisco Pizarro, después
de muchos descalabros, sigue obstinado en conquistar el Perú. En la isla del
Gallo saca la espada, traza una línea en tierra y les dice a sus hombres: Por
aquí se va al sur: Es el camino de las penalidades. Por aquí a Panamá, donde la
comodidad los espera. Sólo trece soldados dan un paso hacia la gloria.
En la vida de Cristo hay un
episodio semejante. Era la incursión de Dios en la historia del hombre. Pero en
cierto momento, muchos discípulos lo abandonan.
El capítulo seis de San
Juan nos cuenta la multiplicación de los panes. La gente aclama: “Este sí que es
el profeta que tenía que venir al mundo”.
Un poco más adelante,
Cristo los invita a creer en El. La gente pregunta: “Y qué signos haces tú para
que te creamos?” Qué mala memoria tenemos frente a los beneficios del Señor.
Después Jesús les habla de
otro pan maravilloso: “Si no coméis la carne del hijo del hombre, no tendréis
vida en vosotros”. La reacción no se hace esperar: “Dura es esta doctrina;
¿quién puede hacerle caso?”.
Los amigos de Cristo no
tienen tiempo ni humildad, para pedir una explicación y dialogar con el Maestro
antes de abandonarlo. Nicodemo tuvo tiempo para dialogar con Jesús, así fuera en
la noche.
La samaritana se atrevió a
conversar con aquel extranjero, que prometía una fuente de agua viva.
Zaqueo, incapaz de ver a
Cristo desde su pequeñez, se sube a un árbol y esa noche el Maestro se aloja en
su casa. Nosotros también hemos abandonado al Señor. Nos hemos marchado por
causas muy diversas: El trabajo, la lejanía de los que amamos, la ausencia de
una madre buena que sabía hablar de Dios. Sin entender mucho de cristianismo,
nos hemos engolfado en doctrinas extrañas y sacamos en claro que Cristo no valía
la pena.
También abandonamos a
Cristo por sentimientos: Ese roce, aquel incidente, algún mal ejemplo del
prójimo que nos hirió tan dolorosamente. O nuestros propios vicios: Nos duele el
Evangelio si nos empuja hacia la rectitud. Y decimos en coro: “Dura es esta
doctrina; ¿quién puede hacerle caso?”.
¿Tenemos la humildad de
acercarnos al Evangelio para entender en qué consiste ser cristiano?
La frase de Pedro pudiera
ser nuestra oración este domingo: “Señor: ¿a quién iríamos? Tú tienes las
palabras de la vida eterna”.
Esa sed escondida, ese
clima de tedio, ese malestar interior inconfesable... tienen un nombre propio:
Ausencia de Dios. Nos defendemos tratando de dura su doctrina. Pero El podría
decirnos: Es más duro tu propio corazón.