XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69: ¿Qué les ha disgustado?

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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 “Algunos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es inaceptable. Desde entonces muchos se echaron atrás y no volvieron con él”. San Juan, cap. 6.

Se dice que nuestra vivencia religiosa discurre por cuatro etapas. La primera: Aquella fe de la primera Comunión. Una segunda que vivimos durante la adolescencia, llena de incertidumbres y altibajos. Otra más, que se esfuma y puede morir en nuestra edad adulta. Y quizás una cuarta: Fe recobrada, cuando ayudamos a los hijos en sus tareas de religión.

San Juan nos cuenta que, a propósito del discurso sobre el Pan de Vida, buen número de discípulos abandonaron a Jesús. “Este modo de hablar es inaceptable, decían. ¿Quién puede hacerle caso?”.

Este abandono también se da en la Iglesia de hoy. Aun en nuestras familias. Algunos permanecen adheridos a la fe que desde niños cultivaron. Otros ya no practican, mientras otros más dicen no creer. O mejor, como señala un autor, “creen que no creen”.

Las causas y razones de todo esto son muy variadas. Entre otras más, la nueva cultura que nos envuelve.

Un hermoso cuadro de Jean-François Millet muestra en lejanía, la espadaña del templo parroquial. Aquí, en primer plano, los segadores al toque del Ángelus, interrumpen su tarea y se inclinan devotamente para orar.

En un entorno semejante, se vivió la fe cristiana durante muchos siglos. Pero todo ha cambiado de modo sorprendente. La tecnología, las comunicaciones, la globalización transformaron el mundo de una manera portentosa. Por lo cual, a ese nuevo hombre de hoy es necesario proponerle la fe de una manera nueva.

Muchos increyentes de hoy podrían afirmar con Facundo Cabral: “Yo no me fui, ustedes se quedaron”. Una fe propuesta desde viejos esquemas, donde lo esencial se confunde con lo accesorio. Donde la institución vale más que el Evangelio, ya no convence.

Otros hermanos no se han ido propiamente de la Iglesia. En realidad nunca estuvieron dentro. Luego de un bautismo que nunca hicieron conciente, nada les dice nuestra fe.

Algunos otros antes creyentes, ya no practican, a causa de los malos ejemplos de los cristianos, incluso de los sacerdotes. ¿Tienen razón? En cierto modo. Enorme esfuerzo se les pide para permanecer. Pero podrían recordar aquella frase de Jean Guitton a André Gide. Éste se quejaba de las fallas de los católicos y detrás de ellas defendía su increencia: Guitton le respondió con mucha sabiduría: “Saluda al portero y sigue adelante”.

Qué bueno poder sentarnos, algún día, con tantos amigos alejados para examinar despacio su situación religiosa. Porque a veces vivimos de fantasmas y no de realidades.

La Biblia cuenta que Josué, camino de la tierra prometida, reunió a todo el pueblo en Siquén, pidiéndole que ratificara su adhesión a Yahvé. El pueblo respondió: “Lejos de nosotros abandonar al Señor. Él es nuestro Dios, que nos sacó de Egipto”.

También san Pedro, ante aquella crisis ocasionada por el discurso de Cristo sobre el Pan de Vida, tomó la palabra en nombre de los Doce, para confesarle al Maestro: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”.

Hoy cada uno de nosotros tiene la palabra. Puede abandonar la Iglesia y alejarse de Dios. O ratificar, con alegría y entusiasmo, su compromiso cristiano, pero clarificando mejor en qué consiste.