XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23: De la mitad del alma

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Dijo Jesús a la gente: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro. Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”. San Marcos, cap. 7.

Egresada de un colegio religioso. Autora de un libro sobre relaciones humanas. Pero su vida familiar es un desastre.

Gerente de una empresa internacional. Miembro de muchas juntas directivas. Pero incapaz de diálogo con su esposa y sus hijos.

El mejor alumno del curso. Líder en todos los movimientos universitarios y apasionado por la libertad y la justicia. Pero a la vez cautivo de muchas esclavitudes interiores.

Párroco estrella. Especialista es pastoral social. Inepto sin embargo para la amistad y aplazado en fraternidad con sus colegas.

Dirigente de grupos apostólicos. Paga a sus empleados según la ley, pero se ha olvidado de promoverlos.

El y ella, de misa diaria y comunión. Sin embargo no irradian alegría, porque su hobby es lamentarse del presente.

Esta es nuestra humana condición. Externamente parecemos ejemplares. Pero nuestro interior permanece alejado del Evangelio. Hay una gran distancia entre nuestros maquillajes de ocasión y la mitad del alma.

Moisés había prescrito al pueblo una serie de purificaciones, las cuales eran normas religiosas, con un sentido de obedecer a Dios. Pero a la vez tenían una intención higiénica. Convenía orientar a los a los hijos de Abraham hacia el orden y el aseo, para librarlos de muchas enfermedades. Por ejemplo: Después de tocar un cadáver o de haber estado en el mercado, era obligatorio lavarse las manos y los brazos.

Ciertos grupos judíos observaban estrictamente estos usos. Sin embargo, el pueblo raso y más aún los del norte, no se preocupaban demasiado de estas normas. Y recordemos que la mayoría de los seguidores de Jesús eran galileos.

San Marcos cuenta que un día, algunos letrados de Jerusalén se escandalizaron, porque los discípulos del Señor comían sin haberse purificado de antemano. Jesús aprovecha la ocasión para repetir ante sus oyentes aquel reproche de Isaías, válido también entonces, cuando la religión judía se había vuelto de apariencias: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”. Y les añade: “Del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidias, difamación, orgullo, frivolidad”. ¿Estaría el Señor refiriéndose a algunos de nosotros?

En resumen: De la mitad del alma brotan todas nuestras maldades. Y si las prácticas exteriores no se orientan a purificar nuestro interior serán vanas. Pero es método errado disfrazarnos de honestos, mientras halagamos y promovemos estas fuerzas torcidas. A quienes así obran Jesús los llamó sepulcros blanqueados.

El Evangelio nos invita a reconocer con sencillez nuestra posibilidad de mal y a realizar allí una tarea de reciclaje sobre los mecanismos del alma, que el pecado original ha contagiado. Todos ellos pueden moderarse, orientarse, situarse en una justa dimensión. Es curioso: Hemos enviado nuestros artefactos a la Luna y a Marte y no hemos podido descender a la mitad del alma.

Tratemos de mantener en sintonía el corazón y la vida. Lo interior y lo exterior. Es un proceso que conduce al equilibrio emocional. Nos convierte en personas de bien y nos hace discípulos de Cristo.