XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 9, 30-37:
El hecho de morir

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

Sitio Web  

 

 

“Dijo Jesús: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán”. San Marcos, cap. 9.

De la muerte nos dice un poeta religioso: “Cuando llegues a mi puerta, quiero ir a ti como al mar entra el río, hecho cantar, toda mi sed a ti abierta, por no fatigar incierta, mi impaciencia enamorada”...

Está bien que los poetas y los místicos idealicen el acontecimiento de morir. Tendrán razones para ello y desean también exorcizar sus miedos. Sin embargo, para nosotros la muerte continúa siendo un problema y un enigma.

El Evangelio destaca la fortaleza física y espiritual del Señor: Los peligros y las persecuciones no le arredran. Un biblista anota que “bajo un sol terrible, el Señor recorrió 37 kilómetros en seis horas, llegando suficientemente descansado al banquete que sus amigos le ofrecen en Betania” (Jn 12, 2). Sin embargo, aunque era Dios, El sintió miedo ante la muerte. En Getsemaní, apunta san Marcos, el pavor y la angustia lo estremecieron.

¿Qué sabía Jesús sobre su muerte?. A lo largo de su predicación escuchamos claras referencias a este acontecimiento. Un día les dijo a sus discípulos: El Hijo del hombre ha de ser condenado por los grandes de Jerusalén y ejecutado. Noticia que hizo temblar a los apóstoles. Pedro apartándole del grupo, le urgió que no volviera a hablar del tema. Lo cual le valió un duro reproche del Maestro.

Jesús conocía bien su final. Muchos profetas habían terminado en el patíbulo, porque su enseñanza se oponía a los poderosos. Su cercanía a los publicanos y pecadoras lo ponía en la mira de sus adversarios. Al mantener en su grupo a varios zelotes se hacía sospechoso ante los romanos.

Pero sabía además, que su muerte no sería la de un judío corriente. En este caso hubiera sido apedreado. En el hecho estarían implicados el sanedrín y el procurador Poncio Pilatos. Por lo tanto sería condenado a la cruz.

Sin embargo, para Cristo la muerte no es algo deseable. La acepta, pero como una entrega al proyecto del Padre. Como un camino hacia una vida superior.

Todo esto le permite afrontar su tragedia final con serenidad y valentía, a pesar de sus miedos humanos. Y además con plena libertad: “Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente”. Y otro día, les dice a sus amigos: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere da mucho fruto”.

A los cristianos también la idea de morir nos espanta. Por eso la endosamos a diario a los demás: “Los que se mueren son los otros”. Pero nos refugiamos en el trabajo, en el calor de hogar o en las diversiones, aunque la “Señora de los ojos vacíos” llegará sin remedio.

Sin embargo Jesús nos enseña a encararla. A entenderla como un paso obligado a un nivel de más plena existencia.

En los apuntes del patriarca de Constantinopla, Atenágoras, fallecido en 1972, se encontró lo siguiente: “La muerte empieza a avanzar hacia mí. Veo cómo baja la colina, sube la escalera, me llama a la puerta. Yo no tengo miedo. La esperaba. Y le digo: ¡Entra!, pero no nos vamos enseguida. Eres mi huésped, siéntate un momento. Estoy a punto. Entonces que me lleve la misericordia de Dios”.