XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: Las piedras de molino 

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Dijo Jesús: Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos, más le valiera que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”. San Marcos, Cáp. 9.

 

Podríamos dividir las teologías en dos grandes grupos: Unas son moralistas, recelosas, colmadas de amenazas y pesadumbre. Otras en cambio rebosan alegría, comunican entusiasmo, ganas de vivir y esperanza. Para leer el Evangelio hemos de situarnos siempre en las segundas. Aun cuando Jesús hable del mal y nos advierta sus peligros. El Maestro ha colocado a un niño en medio del grupo. Una escena que tentaría los pinceles de Murillo. Pero añade una dura amenaza, ponderando la gravedad del escándalo: “Quien escandalice a uno de estos pequeñuelos, más le valiera que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”.

Los judíos obtenían la harina de molinos caseros, fabricados con dos piedras superpuestas. Mediante un manubrio se hacía girar la superior, unida a la inferior por un eje central. La gente acomodada poseía molinos mayores, que para su tarea necesitaban la fuerza de un asno. Con una piedra circular de casi un metro de diámetro al cuello, no sería fácil flotar sobre el mar de Galilea. Lo indica el Señor en forma pintoresca. Literalmente, escándalo significó algo que nos hacer tropezar. Pero hoy, en sentido figurado, quiere decir todo aquello, propio o ajeno, que nos empuja al mal. El Señor dijo: “Si tu mano te hacer caer en pecado, córtala. Si tu pie te hace caer, córtalo. Si tu ojo te hace caer, sácalo”. Es preferible llegar manco, cojo o tuerto en la vida, que ser echado con tu cuerpo ileso al abismo. Aunque tal mutilación no puede entenderse a la letra. Apunta a la superación de todo obstáculo en el seguimiento de Jesús. En anteriores épocas, el escándalo se situaba ante todo en el área sexual. Ahora lo entendemos también en otros terrenos, donde impide nuestro proceso vital, o el de aquellos prójimos más débiles.

Asoma entonces, bajo la luz del Evangelio, una amarga lista de actitudes del hombre escandaloso: Defrauda el erario público. Ejerce la política en beneficio personal. Difunde ideas falsas para engañar a los ingenuos. Altera pesas y medidas y también la calidad de los productos. Contamina el medio ambiente. Incumple los compromisos con la empresa que lo ha contratado. Es irresponsable en el hogar o en el estudio. Emplea de modo egoísta la propia preparación académica, o su posición social. No atiende oportunamente a los clientes. Evade los tributos. Retrasa sin causa justa el salario de los trabajadores.

El apóstol Santiago, hombre práctico en su enseñanza, nos dice: “Habéis amontonado riquezas. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos esta clamando contra vosotros. Y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor”. Cabría además en aquella serie otros ítems: Mantiene en la sociedad o en la Iglesia, estructuras de poder y ostentación. Presenta, como si fuera el Evangelio, una teología moralista, recelosa, colmada de amenazas y pesadumbre. Si alguno de nosotros se siente señalado por estas formas de escándalo, le sugerimos muy respetuosamente, alejarse de las ruedas de molino.