XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 2-16: Felices por incompatibilidad

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Dijo Jesús: Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio”. San Marcos, cap. 10.

 

Todos hemos conocido matrimonios que fracasan. Cada uno de los cónyuges alega sus razones. Entre otras, incompatibilidad de caracteres. Por eso llaman la atención las palabras de alguno: “Mi esposa y yo hemos sido felices. Ella, alegre y festiva. Yo, seco y silencioso. Luego hemos sido felices... por incompatibilidad de caracteres”.

 

El Evangelio de hoy nos habla del matrimonio indisoluble. Nos propone un ideal presentado por Dios que es nuestro Padre. Dios no se burla de nosotros. No puede lanzarnos al vacío, en búsqueda de una meta imposible. Sin embargo así como el amor del hombre y la mujer a veces es victorioso, otras, es vulnerable y derrotado. .

 

El Sacramento del Matrimonio es una alianza entre Dios y los cónyuges. Dios se compromete a lograr algo muy noble con dos seres limitados e imperfectos, los cuales seguirán sintiendo diariamente las manos débiles y pequeño el corazón. Pero no han de renunciar a este proyecto. Sería  desconfiar del poder inmenso de Dios.

 

Conviene saber que el amor no es una planta silvestre. Exige mil cuidados y las más delicadas atenciones. Por eso es necesario cultivarlo.

 

Por la fidelidad de los esposos, el Sacramento se hace signo en la sociedad y en la Iglesia. Signo del amor del Señor, de su presencia, de su ternura, de su fortaleza, de su poder.

 

No desconocemos sin embargo la crisis actual del matrimonio. Huracanes muy fuertes azotan  el amor comprometido. Mas ¿será humano y cristiano y valiente renunciar entonces al ideal que nos propuso Dios?

 

Si renegamos en forma masiva y oficial del amor conyugal indisoluble, ¿cómo marcharía luego la sociedad? ¿Cuál sería el futuro de los cónyuges más débiles, más frágiles o más ignorantes? ¿Qué sería de los hijos en un hogar cimentado sobre la inseguridad? ¿Existiría el amor si lo declaramos siempre fugaz y caprichoso? ¿O si hacemos de él una inversión para sacar dividendos, una aventura, o uno de tantos objetos desechables?

 

Entre las causas de los fracasos matrimoniales se mira una inadecuada educación en el amor y por lo tanto, una insuficiente preparación para el matrimonio. En este sentido podríamos orientar nuestros esfuerzos como familia, como sociedad y como Iglesia.

 

Una reflexión final para las parejas en conflicto: Que no se sientan solas. Las crisis no significan que se acabó el amor. Sólo lo están denunciando que éste es humano y por lo tanto se fatiga en el camino. Que llamen en su ayuda a una pareja amiga, a un consejero, a un sacerdote. Que oren juntos al Señor e invoquen a Nuestra Señora de Nazaret, en cuyo hogar también abundaron los momentos de angustia.

 

Por el amor, por nuestra plenitud personal, por el futuro de los hijos, vale la pena luchar un poco más. Con nosotros está siempre el Señor.