XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 17-30: Un deseo rebelde

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. San Marcos, cap. 10.

 

Era un muchacho que deseaba heredar la vida eterna. Tenía razón. Es un hermoso sueño, muy propio de toda juventud, el vivir para siempre. Nos estamos acordando del Fausto de Goethe.

 

El Señor responde al joven, explicándole que el tesoro del cielo se alcanza desde la vida presente.

 

Hoy no nos pide el Señor, como en los días de Francisco de Asís, repartir todos los bienes en las plazas públicas, hasta quedarnos desnudos. Nos pide hacer un inventario riguroso de nuestros bienes y capacidades y ponerlos todos al servicio del prójimo. No es un despojo sino un compartir generoso y alegre.

 

Este joven que desde niño había cumplido todos los mandamientos, al buscar otras metas más altas se mereció el cariño de Cristo, quien mirándolo le dijo: “Ven y sígueme”.

 

Deseamos que este mensaje llegue muy especialmente a los jóvenes. Existen en el mundo muchos pueblos marginados. Innumerables niños mueren por falta de atención médica, sin contar los que no logran vivir por causa de enfermedades, por desnutrición o por descuido de sus padres.

 

Muy poco jóvenes alcanzan una enseñanza secundaria. Y más escasos todavía quienes acceden a la universidad. El déficit de vivienda, a nivel mundial, es alarmante.  Si hablamos de la falta de empleo, las cifran nos espantan. ¿Qué piensan de todo esto nuestros jóvenes? 

 

Este sombrío panorama se desborda casi siempre en violencia, drogadicción y muerte. Si esta realidad te estruja el alma, puede brotar en el corazón de un joven un deseo rebelde de iluminar, siquiera un palmo este adolorido planeta.

 

Cristo es quien te invita a emplear tus   fuerzas al  servicio de los más necesitados. Serás entonces médico, arquitecto, jurista, ingeniero, agrónomo, sacerdote, economista, comunicador... pero nunca con las manos y el alma amarradas a la injusticia, al egoísmo, a la mentira.

 

Habrás de ser como Jesucristo, embajador de Dios, para anunciar lo bueno y lo justo en todos los ambientes, para dar testimonio de fe ante la gente y remediar las estructuras sociales con el vigor de tus brazos y de tu corazón.

 

 

Decía Pascal que la peor guerra que pudiera llegar a una nación, sería una paz inútil y soñolienta. ¿Qué sería entonces de nuestra juventud domesticada, sin ideales, sin deseos de arriesgar su vida por un  futuro mejor? Los jóvenes tienen la palabra.