XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos, 12, 28-34: No estás lejos del reino

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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  “Respondió Jesús: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Y el segundo mandamiento es éste: Amarás a tu prójimo cómo a ti mismo”. San Marcos, cap. 12.

¿Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todo nuestro ser? ¡Muy difícil! Ni logramos esa meta, ni perseveramos en esa calidad de amor.

¿Amar al prójimo cómo a nosotros mismos? ¡Más difícil todavía! Cualquier pequeñez ajena desalienta nuestras mejores intenciones.

Sin embargo, el Señor nos propone estas dos utopías. Algunos se aproximan a ellas. Otros, que avanzamos a pie, conquistamos apenas unos metros de la ruta hacia el imposible. Pero lo que importa es caminar.

Un letrado pregunta sobre lo más importante de la ley. El Señor le resume toda la tradición judía en dos preceptos: Amor a Dios y al hermano. Y conocedor de su sinceridad, le añade con cariño: "No estás lejos del Reino de Dios".

Si Cristo se hiciera hoy visible entre nosotros, señalaría también a muchos que no están lejos de su reino: Todos aquellos que, a pesar de una mediana formación, de sus taras psicológicas, de sus fallos, en un ambiente muchas veces hostil al Evangelio, luchan por amar sinceramente a Dios y al prójimo.

Todavía no son perfectos, pero tienen la gracia de reconocerse pecadores. Les pesa la vida, pero cada tarde comprueban con alegría que han defendido la frontera, que emplearon su tiempo en proyectos constructivos y humanos.

Quizás tenemos la imagen de un Dios escrupuloso y exigente que sólo contabiliza actos heroicos y obras perfectas. Pero el Evangelio nos pinta a un Padre comprensivo y tolerante, que no quiebra la caña cascada ni apaga la mecha que aún humea. El que recibe con paciencia nuestros balances imperfectos y aunque conoce todas nuestras derrotas, goza infinitamente con cada.

Poco a poco nos vamos acercando a su reino. A veces conscientemente. Otras sin darnos mucha cuenta, empujados por esa fuerza cósmica de la Salvación.

Un niño aprende a compartir sus golosinas, un padre de familia mejora su conducta, alguien da al necesitado, aunque sea solamente por quedar bien. Otro vuelve a rezar y deja nacer un remordimiento, cómo un manantial que lo purifica.

El Reino de Dios se construye con materiales nobles, pero también admite elementos ordinarios.

En una aldea distante enterraban a una joven prostituta. Al terminar la ceremonia alguien se acerca al sacerdote.

-"Padre, le dice, este dinero para que diga misas por Nury. Ella era muy buena. Ella nunca trabajaba los domingos."