XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 12, 38-44: Una pobre viuda ricaAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Dijo
Jesús: Os aseguro que esta pobre viuda ha echado más en la alcancía que nadie.
Ha echado todo lo que tenía para vivir”. San Marcos, cap. 12.
Asediados por la sociedad
de consumo, hemos erigido frente al dilema de Hamlet, “ser o no ser”, otro no
menos válido: Ser o tener. Pero “el hombre es más por lo que es, que por lo que
tiene”, nos dice el Vaticano II.
Sin embargo, no es tan
simple el asunto. ¿Bastaría desprendernos de todas nuestros bienes para llegar a
ser personas y cristianos? Pero un desprendimiento absoluto es imposible. Ya
explicó Aristóteles que el poseer hace parte de nuestra naturaleza racional.
De otro lado, algunos que
consiguen esa la meta de ser, enseguida orientan su logro a dominar a los demás.
O bien a figurar. Y a veces a herir con su conducta.
Aquella viuda pobre, que
echó apenas dos reales en la alcancía del templo, no andaba por estas finuras
ideológicas. Solamente era una judía piadosa. Había aprendido, desde sus
posibilidades, a sostener el culto a Yahvé. Muerto su marido, la escasa hacienda
se le iba de las manos, pues entonces no se urgían las leyes del Deuteronomio,
en favor de los huérfanos y las viudas.
Jesús observaba la escena.
Llegaba la gente acomodada a desgranar su ofrenda abundante en la alcancía, una
bocina metálica, adosada al muro del templo.
Llegó también la viuda.
Ella, que no podía comprar un ternero o una oveja para el sacrificio vespertino.
Ni siquiera un par de tórtolas. Pero con esas dos monedas quería unir su
existencia al Altísimo. Pretendía ser fiel a aquella alianza que sus padres
había sellado con Yavéh.
Imaginamos la timidez de
mujer al entregar su ofrenda. Miraría hacia atrás, por ver si alguien la
observaba. Tal vez sus ojos se cruzaron los del Maestro, pero éste para no
avergonzarla, se volvió a sus discípulos: “Os aseguro que esta pobre viuda ha
echado más en el cepillo que nadie. Porque los demás han echado de lo que les
sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Aprendemos aquí el programa
de ser para amar. Lo cual se convierte de inmediato en compartir. Y comprendemos
que el Evangelio nos motiva de forma indirecta a tener. Ojalá en abundancia,
para convertir lo conseguido en lenguaje y herramienta del amor.
La sociología ha ordenado
los bienes materiales en tres grupos: Necesarios, útiles y superfluos. Una
clasificación muy subjetiva que varía según las culturas, los gustos y las
circunstancias.
El Evangelio no aporta una
clasificación semejante. La deja al leal saber y entender de cada uno, es decir,
al sentido cristiano de nuestros inventarios y contabilidades.
Según vamos creciendo en el
amor, muchas cosas que ayer nos parecían necesarias dejan de serlo. Y el tiempo
nos enseña que para ser felices, bastan muy pocas cosas. ¿Cómo no aprovechar
entonces la ocasión para hacer “imprudencias” parecidas a la de aquella viuda?:
Entregó lo que tenía para vivir y empezó a ser rica de otro modo.
El amor verdadero - a Dios
y al prójimo- incluye siempre un notable ingrediente de riesgo. Que en idioma
evangélico se llama confianza en el Señor.