XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 13, 24-32: El principio del finAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Dijo
Jesús: En aquellos días, luego de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas
y las estrellas caerán del cielo. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre
las nubes, con gran poder y majestad”. San Marcos, Cáp. 13.
¿Por qué se acaba el día? ¿A
qué planeta viajan los que han muerto? ¿Sí tendrá consistencia el amor? ¿Por qué
la felicidad es tan efímera? Al comprobar que nuestra vida limita, por sus
cuatro puntos cardinales, con el tiempo que todo lo deslíe y desbarata, nos
preguntamos: ¿Vale vivir sobre la tierra, de forma tan amenazada y exigua? Entre
los temas compartidos por el Señor con sus discípulos, no faltaría el de la
muerte. También el de aquella catástrofe universal, predicada por muchos
profetas de la época. Las respuestas se adaptarían a la mentalidad de los
oyentes, sin malograr el mensaje central del Maestro: Una invencible confianza
en el Padre de los cielos. Sin embargo, cuando los evangelistas transcribieron
los comentarios de las primeras comunidades, no esquivaron el estilo
apocalíptico de entonces. Conviene también anotar que el pueblo judío y sus
vecinos, continuaban golpeados por la destrucción Jerusalén, por las tropas de
Roma, el año 70 de nuestra era.
En consecuencia, los relatos de los evangelistas sobre esos temas finales,
aparecen como un mosaico de temores y dolores, de zozobras y angustias: “Después
de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará resplandor,
las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán
venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”.
Era la forma como ciertos autores bíblicos expresaban las intervenciones de
Yahvé hacia su pueblo. En siglos posteriores variadas teologías, interpretaron
tales hechos, añadiendo un exagerado pesimismo, muy ajeno al pensamiento de
Jesús. Por esta razón los creyentes del Nuevo Testamento, iluminamos con otra
luz esos temas sobre nuestro futuro.
Sin embargo san Marcos, para aliviar un poco la tensión ante ese párrafo de
desastres, añade una breve parábola: Antes del verano, adivinamos su cercanía en
las hojas tiernas de la higuera. Es decir, a quienes permanecemos en sintonía
con el Señor, ese futuro incierto no podrá amedrentarnos.
La feria de religiones hoy en boga ofrece variados, donde un Dios severo se
complace en las catástrofes. Parece que a sus predicadores les da seguridad y
prestigio anunciar que muy pronto los malos serán castigados. Con la aclaración
de que estos malos son siempre “los otros”. Pero el evangelio es algo distinto.
Exige esfuerzo personal, cultivo de la amistad con Dios, generosidad, pero todo
ello desde una humilde e incansable esperanza.
A los discípulos de Cristo nos llegará la muerte. No se duda. Nos encontraremos
cara a cara con Él, ese último día. Pero entonces llevaremos aprendidas de
memoria aquellas páginas, donde Jesús explica con lujo de detalles, “la bondad
de nuestro Salvador y su amor a los hombres”, como dice la carta a Tito. Por
ejemplo: “¿Quién de vosotros si se le pierde una oveja, no deja las noventa y
nueve en el aprisco y va en busca de la extraviada?”. Y también: “Conviene
celebrar una fiesta, dijo el padre, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha
vuelto a la vida. Estaba perdido y ha sido hallado”.