Solemnidad: Jesucristo, Rey del Universo, Ciclo B.

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Juan 18,33b-37: Otro Rey y otro Reino
Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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 “Entonces Pilato preguntó a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: Tú lo dices, yo soy rey, para esto he nacido. Pero mi reino no es de este mundo”. San Juan, Cáp. 18.

 En un oasis a 180 kilómetros de El Cairo, se descubrió hace algunos años un fajo de papiros bíblicos. Entre ellos llama la atención el que contiene aquel pasaje de san Juan, donde Poncio Pilato le pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Se trata de una copia, realizada quizás a comienzos del siglo II.

Los enemigos del Señor deciden darle muerte y quieren apedrearlo, como blasfemo y violador de la ley. Pero la autoridad romana se había reservado en Israel la pena capital. Entonces esquivan los problemas religiosos y sacan a relucir los políticos. Llevan a Jesús ante Pilato y le acusan: “A éste lo hemos hallado amotinando a la gente, prohibiendo dar tributo al Cesar y diciendo que es el Mesías Rey”. Pilato residía habitualmente en el palacio de Herodes, situado en el barrio alto, al occidente de Jerusalén. Pero en los días de fiesta se trasladaba a la Torre Antonia, cerca del templo. Desde allí su guardia podría intervenir en cualquier emergencia. Durante el interrogatorio del procurador a Jesús, advertimos que la palabra rey se usa con tres significados: Los acusadores señalan al Maestro como un revolucionario, que quiere suplantar al emperador. Algo que solamente un loco podría pretender. Pilatos sospecha que este galileo podría ser algún jefe rebelde, que gesta una asonada. Pero esto no concuerda con la simple figura del Señor.

Por su parte, el Maestro habla de otro rey y de otro reino, desde su condición de Hijo de Dios, su calidad Mesías, su plan de salvación. Sin embargo, no valía la pena explicar todo ello a tan cerrados interlocutores. Por lo cual se limita a decir: Yo soy rey. Aunque si fuera un rey de este mundo, mi guardia me hubiera defendido de los judíos. No obstante, en el huerto de los olivos, san Pedro había intentado una inútil defensa, cortándole la oreja al criado del sumo sacerdote. Actitud que el Señor rechazó de plano. San Juan, quien fue testigo presencial, apunta que el muchacho se llamaba Malco.

En épocas pasadas, la realeza de Cristo se entendió en términos políticos. Lo cual llevó a muchos cristianos a lamentables errores. A veces también se confundió Iglesia y Reino de Dios, olvidando que aquella está formada por cuantos hemos recibido el bautismo. Pero del Reino sólo hacen parte quienes cultivan en su corazón el Evangelio. Y J. M. Cabodevilla nos advierte: “Cuando la Iglesia ha querido hacerse pasar por el Reino, no lo ha logrado. Tiene mucho oro y mucho hierro”.

Hoy Jesús nos diría: El reino de los cielos no se advierte de modo visible, como una catedral en la colina. Se saborea, eso sí, como la sal en la sopa. No está en el supermercado, en el gimnasio, o en el foro. A no ser que quienes allí se desempeñan hayan renegado de los ídolos. Pudiera estar en el parque infantil y en la escuela rural. Pero resplandece ante todo en los hogares, cuando amamos a Dios y damos la mano a los menesterosos.