Solemnidad: Jesucristo, Rey del Universo, Ciclo B.
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 18,33b-37: Yo no me acuerdo
Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
"Preguntó Pilatos a
Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: ¿Dices esto por tu
cuenta o te lo han dicho otros de mí?". San Juan, cap. 18.
Anatole France imagina un
diálogo con Pilatos, al final de su vida. Su interlocutor, un amigo de los
tiempos de Palestina, le pregunta: - ¿Te acuerdas de aquel incómodo episodio con
ese profeta galileo, que mandaste a la cruz por complacer a sus acusadores? Si
mal no estoy, se llamaba Jesús de Nazaret.
-¿Jesús... Jesús de
Nazaret? - responde Pilatos- Yo no me acuerdo...
Sin embargo, los
cristianos recordamos a diario, con encendido corazón, a ese profeta de Nazaret,
mientras que el nombre de Pilatos ningún documento profano lo consigna. Tal vez
alguna piedra que haya sido descubierta últimamente.
Nos cuenta el Evangelio que
el gobernador interroga a Jesús, lo remite a Herodes, lo presenta al pueblo
coronado de espinas, lo pone en competencia con Barrabás y finalmente lo condena
a la cruz, por temor al césar.
Pilatos y Jesús son el rey
y el reo. Pero a través del diálogo que San Juan nos transmite, se van
invirtiendo los papeles. La figura de Pilatos desaparece de la escena y de la
historia, como si fuera un rey de fantasía y el reo se convierte en nuestro rey.
Cristo puede ser en nuestra
vida el rey o el reo. Cada cual libremente le asignará un papel.
Será el rey si le amamos,
si lo situamos en la mitad de nuestra existencia. Como explicaba un joven con
mucha originalidad: “Cristo es para mí como el eje en que se apoyan los radios
de mi bicicleta. Mis estudios, mis preocupaciones, el amor a mi novia, el
dinero, el futuro, aún mis pecados van hacia El, dicen una relación viva,
fuerte, continua, con El. Ante cada una de estas cosas yo me acuerdo de Cristo,
el Amigo”.
Lo había dicho el
Eclesiástico con otras palabras: “Un amigo es defensa, es remedio y tesoro”.
Será el reo si buscamos
deshacernos de El. No queremos condenarlo, pero nos vence el miedo. Como a
Poncio Pilatos, cuando le gritaron: "Si sueltas a ése, no eres amigo del césar".
Entonces entregó a Jesús para que le crucificasen.
Es mejor despedir a Cristo
porque su presencia y su compañía nos complican la vida.
Señala un autor: "Si se
trata de Cristo, nunca sabe uno cuándo empieza ni cuándo y dónde acaba la
aventura. Cuando uno se embarca con El, lo mismo puede sobrevenir una tormenta a
punto de naufragio o una pesca milagrosa, con riesgo de romperse las redes y
hacer agua la barca".
Entonces es mejor que se
vaya, aunque sea por el camino de la cruz. No hay más remedio.
Un buen día, casi sin
darnos cuenta, Jesucristo se ha ido de verdad y ya no significa nada para
nosotros. Lo hemos declarado insubsistente, lo hemos desalojado como a un
inquilino estorboso.
Y cuando nos pregunten:
¿Qué opinas tú de Jesucristo, aquel profeta que iluminó tu vida, cuya fe
recibiste en el bautismo?. Quizá sólo podremos responder: ¿Jesucristo...Jesús de
Nazaret?... Yo no me acuerdo.