I Domingo de Adviento, Ciclo C.

San Lucas 21, 25-28. 34-36: ¿Lo estamos esperando?

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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 “Los hombres quedarán sin aliento y verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria”. San Lucas, cap. 21.

Desde la colina donde se recostaba Nazaret, se veía el camino del mar, por donde subían las caravanas desde Egipto.

Como los nazarenos, todo el pueblo israelita se había acostumbrado a mirar más allá, a anhelar un futuro: Cuando el Mesías llegara, cuando Dios visitara a su pueblo.

En tiempos del Emperador César Augusto, apareció Jesús.

Se había ordenado un censo en el imperio y en todas sus colonias. Los judíos obedecieron de mala gana. Mucho más porque se les obligaba a ir a sus lugares de origen para allí empadronarse.

José viajó con María a Belén, la ciudad de David, al norte de Jerusalén.

Allí se cumplieron los días de su esposa y en un establo, dio a luz a su primogénito y lo recostó sobre las pajas del pesebre, pues no hubo para ellos alojamiento en el mesón.

Así comenzó la primera visita de Dios a la tierra. En humildad y mansedumbre, como lo habían anunciado los profetas.

La primera, porque el Señor Jesús prometió que regresaría hasta nosotros.

Los Evangelistas, con su estilo oriental, nos describen la segunda venida del Señor con tintes de catástrofe. Nos hablan de un Dios terrible que llegará sobre las nubes, para juzgar severamente a los hombres.

Del mismo modo, muchos escritores sagrados profetizan que el Señor aparecerá entre rayos y centellas.

Pero los cristianos de hoy recordamos el amor y la ternura de Dios que nos explicó Jesucristo.

Por esto comprendemos que "el final de los tiempos" no será la destrucción del universo, sino la culminación de la Historia de Salvación.

Por esto no tememos la segunda venida del Señor. Estamos acostumbrados a encontrarnos con El a cada paso.

Adivinamos su presencia en todas las cosas buenas que pueblan la tierra. La belleza que resplandece en tantos seres nos delata sus huellas. Los gestos de buena voluntad de los hombres nos avisan que El esta cerca.

Cuando brotan en nuestro interior la amistad y la confianza, sabemos que El las sembró de paso.

Todos lo hemos comprobado: La gente regresa a algún lugar cuando se ha sentido acogida. Vuelve, cuando la estamos esperando.

La Navidad es tiempo de reencuentros. Regresamos hasta nuestros amigos: Las tarjetas, la llamada, la visita, el aguinaldo.

Pero detrás ha habido, durante todo el año, una trama de detalles, de comunicación, de presencia desde lejos, la cual alimenta el cariño.

¿Al Señor lo hemos acogido? ¿Nos hemos comunicado con Él durante el año? ¿Lo estamos esperando?