II Domingo de Adviento, Ciclo C.

San Lucas 3, 1-6: Sobre nuestro desierto

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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 “Juan Bautista recorrió toda la comarca del Jordán, predicando como está escrito en Isaías: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor”. San Lucas. cap. 3.

Juan el Precursor aparece en la comarca del Jordán, el año quince del gobierno de Tiberio.

Lucas que es hombre letrado, médico y pintor según la tradición, nos presenta al Bautista como el "mensajero de Dios" que habían anunciado los profetas. Y coloca en sus labios un párrafo de Isaías: "Una voz grita en el desierto: preparad los caminos del Señor".

Pero la cuenca del Jordán es la región más fértil de Palestina. En ella abunda el agua, tan escasa en otros sitios del país. A ambos lados del río, se suceden los viñedos, los olivares y los sembrados de trigo. ¿Por qué se dice entonces que Juan predica en el desierto?

El Bautista repite que es necesario preparar los caminos del Señor, elevar los senderos y allanar los montes.

Pero ¿por qué se expresa así, cuando el desierto es tierra llana, de arenas viajeras, sin valles ni montañas?

La palabra de Cristo, quien transitó por estos mismos parajes nos lo explica: Desierto es el corazón de quienes no acogen su enseñanza.

Hasta nosotros se prolonga este desierto. Cubre nuestras ciudades, embellecidas en diciembre con luces multicolores. Existe a pesar de tantos progresos técnicos, a pesar de nuestro aparente cristianismo.

Hemos desatendido el Evangelio. Cristo viene a enseñarnos sencillez de vida y nosotros competimos en una carrera adquisitiva. Convertimos la Navidad en certamen de despilfarro.

Cristo viene a enseñarnos autenticidad, y nosotros ocultamos su pesebre bajo una multitud de regalos de cumplimiento.

Cristo viene a enseñarnos amor y reconciliación, y en este tiempo muchas familias se dividen y dispersan.

Cristo viene a enseñarnos fraternidad y nos olvidamos de los pobres, mientras abusamos de nuestra abundancia.

Cuando llega Navidad, muchos sentimos una nostalgia indefinible y una desconcertante sensación de vacío.

¿Añoramos aquellas Navidades de la infancia? ¿Sentimos la ausencia de nuestros seres queridos? Tal vez... Pero en el fondo nos abruma la melancolía, al contemplar que este tiempo santo se vive de espaldas al Señor. Es el vacío de un desierto interior donde nace Jesús.

Pero, de la mano de Cristo podemos regresar hasta el Jordán. Hasta la tierra fértil de una Navidad cristiana, llena de sentido de Dios, de alegría en familia, de satisfacción en el compartir.