Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José
San Lucas 2, 41-52: La familia biodegradable
Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
“Jesús
bajó con ellos a Nazaret e iba creciendo en sabiduría, en estatura y gracia ante
Dios y los hombres”. San Lucas, cap.2.
El continente por el
contenido: Es una figura literaria por la cual nos referimos a lo externo, para
significar lo interior. Así en la liturgia del matrimonio rogamos “para que
estos nuevos esposos, con la gracia de Dios, hagan de su casa un hogar luminoso,
apacible y alegre”.
Pero si la luz inunda todos
los rincones de la casa. Si cada cosa se encuentra en su lugar y hay un lugar
para cada cosa. Si muchas flores alegran las ventanas... ¿Será esto es
suficiente para construir un hogar estable y feliz?.
De ninguna manera. Se
requieren además ciertas actitudes interiores, costumbres rectas, sentido de
acogida y de diálogo, capacidad de comunicación y práctica del perdón.
El Evangelio nos presenta
un modelo de familias: Aquella de Nazaret. Jesús, María y José vivieron en
estrechez, sufrieron dificultades con sus prójimos, afrontaron conflictos. Una
día subieron a Jerusalén con motivo de la Pascua, y entonces el Niño se extravió
entre la multitud. Aquellos buenos padres pasaron tres días muy amargos. Se les
había eclipsado la presencia física de Dios. Les quedaban las otras presencias.
Esas que nosotros, por la fe, comprobamos y sostenemos.
Regresaron luego a Nazaret
para vivir en el anonimato. Mientras corrían los años, José trabajaba de sol a
sol en su carpintería. Nuestra Señora era un ama de casa, igual a muchas de la
aldea. Y “Jesús - escribe san Lucas - iba creciendo en sabiduría, en estatura y
gracia ante Dios y los hombres”.
Conocemos numerosas
familias, donde se desmoronan los valores fundamentales que las sustentan. Se
han dejado absorber del medio ambiente. No han luchado por mantenerse vivas como
formadoras de personas, educadoras en la fe y promotoras del cambio social. Se
volvieron familias biodegradables, que se deslíen en medio de amarguras, dolores
y resentimientos.
Frente a esta situación
sobran diagnósticos, pero escasean proyectos prácticos de mejoramiento.
Acostumbramos repartir culpabilidades a derecha e izquierda, pero casi nunca
alzamos el corazón y enderezamos los pasos hacia un futuro más próspero.
¿Cómo construir un hogar
apacible, luminoso y alegre? Por medio de pequeñas enmiendas, de relaciones más
sinceras y cálidas. De egoísmos vencidos y ilusiones amasadas en común. Lo
edificamos al archivar una palabra dura o un silencio amargo, un olvido
voluntario, una desatención, una actitud precipitada.
Navidad es la fiesta del
retorno. Regresan los amigos distantes, sobre el lomo encantado de una esquela
multicolor, empujados por el recuerdo. Regresan los hijos, en busca de ese olor
a ternura que emana del pesebre. Regresemos también nosotros a casa. A la de
Nazaret, porque su ejemplo pule y embellece muchos elementos de la nuestra.
Volvamos a casa, con el rostro marchito quizás por las culpas y los desengaños,
pero ansiosos de recobrar ese corazón inocente que un día gozamos. Todo hijo de
Dios tiene derecho a ser feliz desde ahora, por lo menos en cuanto es posible
acá en la tierra. Y esa felicidad sólo se encuentra en amar de verdad y ser
amados y en cultivar, desde el hogar, ese amor infinito que Dios nos enseñó por
Jesucristo.
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