Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José
San Lucas 2, 41-52: La casa
Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
“Jesús
bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad Iba creciendo en sabiduría,
en estatura y gracia ante Dios y los hombres”. San Lucas, cap. 2.
La casa. Situada en alguna
ciudad, en este pueblo, en aquella vereda, al terminar el valle o al pie de la
montaña. Con una ventana por donde entra el sol sin rozar la cordillera, con un
balcón, una terraza, algún espacio transparente para atisbar el cielo.
La casa. El lugar
geográfico a donde todos acudimos por la tarde, en busca de alimento y techo,
comprensión e intimidad. La plataforma de lanzamiento para este viaje de la
vida, tan complejo, tan variable, tan incierto.
La casa. Papá, mamá,
hermanos, el abuelo, tal vez alguna tía llena de experiencia, de detalles, de
cariño.
Todo esto es lo visible.
Pero el hogar es algo más allá.
Es, ante todo, un conjunto
de presencias. Entre ellas la presencia invisible del Señor.
Hubo también en Nazaret una
casa sencilla, quizás a la salida del poblado, aferrada a la cuesta.
El esposo era artesano
carpintero y probablemente también albañil. Se lo pasaba en el taller, con el
serrucho, el cepillo y el escoplo, fabricado puertas y ventanas, remendando
yugos, puliendo los rústicos muebles de la época.
La esposa, María, era de la
familia de David. Y tenían sólo un hijo. Eran pobres, tal vez no poseían ni una
oveja, ni bueyes, ni un asno siquiera para traer agua desde el pozo.. Pero allí
no faltaba nada, porque Dios habitaba con ellos de manera visible.
No eran inmunes a las
penas. Menos aun a los problemas cotidianos: El viaje hasta Belén por lo del
censo. La huida a Egipto porque Herodes quiere matar al Niño. La escasez, los
vecinos, los roces que produce la vida.
El Señor quiere vivir con
nosotros en cada hogar. De ahí que cada familia sea sagrada, cómo la de Nazaret.
Esta presencia especial de
Dios en la familia nos la da el Sacramento del Matrimonio: Un ideal que no todo
el mundo alcanza del todo. Nos la da el amor.
Esta presencia se vive por
el ejemplo, la sencillez, el servicio, la capacidad de compartir, el compromiso
con el mundo, el crecimiento en la fe, el civismo, la alegría.
Todo esto brota
espontáneamente en el hogar, cuando el Señor está con nosotros. Cuando nosotros
estamos con El.
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