Solemnidad: Epifanía del Señor

San Mateo 2, 1-12: Un año abierto a la esperanza

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)

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 “Jesús nació en Belén de Judá. Entonces unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella”. San Mateo, cap. 2.

Cuando algún cometa se aproxima a nuestro sistema solar, muchos lo consideran precursor de calamidades.

En cambio, aquellos Magos de Oriente, que miran en el cielo una nueva estrella, piensan en positivo: Ha nacido el Rey de los Judíos. Ese que más tarde dirá: Felices los limpios de corazón, que adivinan a Dios en todas partes.

Jesús llamó al pesebre a los pobres y a los extranjeros. A los pobres, que miran con el corazón y por eso descubren al Señor. Y a unos extranjeros sin prejuicios, que llegan a Palestina y están abiertos al misterio.

Un Nuevo Año a muchos puede asustarnos cómo paso a lo desconocido, a una aventura ignota. Pero la fe nos enseña a descubrir un tiempo nuevo, abierto al bien o al mal, a la paz o a la guerra, al progreso o a la tragedia, a la solidaridad o al egoísmo. Depende de nosotros.

Nuestro esfuerzo, apoyado por la gracia del Señor, hará fructificar la esperanza.

Es verdad: Hay acontecimientos que son inevitables. Pero a la vez es cierto que tenemos la posibilidad de orientar la historia.

A través de los días, el Señor nos habla por medio de signos que el cristiano sabe descifrar.

En cada suceso hemos de descubrir los valores ocultos que allí afloran: Sacrificio, solidaridad, compromiso, generosidad, iniciativa.

Mirando la prensa y la televisión podemos hacer este ejercicio.

Más allá de las actitudes ordinarias del hombre, emergen su deseo de paz, su anhelo de justicia, su alegría cuando sabe compartir fraternalmente. Entonces el Señor nos ilumina el panorama.

Con estos valores vamos a realizar un año positivo. Un año en que construyamos, remediemos, capacitemos. Nos sintamos hermanos, tengamos esperanza.

Los cristianos entendemos la historia dentro del marco del amor de Dios. Por esto, sin desconocer las fuerzas oscuras que amenazan, somos capaces de enderezar el rumbo de la historia.

Aquellos sabios de Oriente, guiados por un hermoso presentimiento, llegaron a su destino, entraron en la casa, donde estaba el Niño con su Madre y le adoraron.

Adorar es reconocerlo cómo Dios. Saber que El esta siempre con nosotros, que su poder sigue vigente. Que su fuerza nos empuja y nos guía.

Caminemos entonces a Belén. Para nosotros también alumbra una estrella.

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