Fiesta. Bautismo del Señor

San Lucas 3, 15-16.21-22: Del barro humilde a la constelación

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)

Sitio Web   

 

 “En un bautismo general Jesús también se bautizó y el Espíritu bajó sobre él en forma de paloma. Y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo. El amado”. San Lucas, cap. 3.


La “Hermana agua” en el lenguaje de Francisco de Asís, copiado luego por Amado Nervo, es signo universal de limpieza y purificación. Bautizaban con agua muchas religiones antiguas. Lo hizo también el precursor en las riberas del Jordán. Allí se acercó Cristo para ser bautizado por Juan.


La mayoría de nosotros somos bautizados. Actualmente el rito consiste en verter agua sobre la cabeza del niño. Antes se sumergía al catecúmeno en una piscina. Costumbre que empezó en el siglo IV, porque en la Iglesia primitiva se bautizaba en alguna fuente natural.
No hablamos de volver a lo antiguo, pero quizás el rito de inmersión hablaba más a los ojos y a la mente de los fieles. Sumergirse en el agua y salir nuevamente, significa con más claridad el nacer a una vida distinta, que es lo esencial del sacramento.


Al salir del agua, los recién bautizados recibían una túnica blanca que simbolizaba esa nueva vida.


Muchos escritores cristianos comparan el bautismo con la alianza pactada entre Dios y Moisés en el monte Sinaí. Sólo que allá el caudillo se comprometió por su pueblo. Y aquí, cada uno de nosotros, se compromete personalmente con el Señor.
En resumen: Bautizarse es nacer a una nueva vida.


Pensándolo bien podríamos decir: “Nos lo explicaron de otra manera”. O también: “¿Otra obligación más? No nos interesa”. O quizás: “Pero la mayoría de los bautizados no viven ese compromiso”.


Es verdad. Antes se insistió sobre todo en la mancha del pecado original. Se hizo énfasis en “nuestro defecto de fábrica”. La teología actual, sin olvidar esa gran deficiencia con que nacemos, insiste en algo más positivo: La vida que Dios nos participa en el bautismo.
Ya no somos meramente humanos. Nuestro ser se ubica en una esfera superior. Formamos parte de la familia de Dios.


Tratemos además de no entender nuestro bautismo como una obligación más. Pensemos que toda superación exige un comportamiento distinto. Esa nueva vida no es una exigencia negativa. Es la condición para caminar hacia la meta.


Nos lo enseña el himno de un colegio: “Es mi oficio viajar con mi fatiga del barro humilde a la constelación”.
¿Muchos cristianos no vivimos nuestro bautismo? Quizás porque no hemos entendido que ser cristiano es hacer de la religión vida y de la vida, religión.

 

 

.