Solemnidad: Santa María, Madre de Dios (1 de enero)
San Lucas 2, 16-21: La Ilusión y la esperanza
Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
1.-
“Los pastores se volvieron, dando gloria y alabanzas a Dios por lo que habían
visto y oído. San Lucas, Cáp. 2. En esta fecha, advertimos que la tierra
comienza a dibujar un nuevo anillo alrededor del sol. Año se deriva de
“annulus”, anillo. Empieza un año nuevo y aun sin quererlo, todos nos damos al
ejercicio de la ilusión y la esperanza. Como el niño que eleva su cometa.
Pero esperar significa creer que todo puede ser mejor. Ilusionarse es imaginar
que todo marcha bien. Aferrémonos más bien a la esperanza.
Como aquellos pastores que regresan del portal de Belén, contémosle a la gente
lo que hemos visto y oído: Un Dios hecho Niño, porque quiso acampar entre
nosotros. Que nos transforma en hombres capaces de mejorar el mundo. Unidos a
ese Niño que nos salva, somos en cierto modo omnipotentes.
2.- Según cuenta el libro de los Números, los sacerdotes judíos acostumbraban
terminar la liturgia del Año Nuevo, con estas palabras: "El Señor te bendiga y
te guarde, el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz". Una admirable
fórmula de bendición.
Si alguien sabe bendecir, bien decir, desear cosas buenas, es la madre. Por eso,
el Papa Pablo VI quiso que el primer día del año recordáremos a María, Madre de
la Iglesia. Recojamos esas palabras del Antiguo Testamento y pidámosle esta
bendición a Nuestra Señora.
En nuestras familias siempre hubo algún título con el cual se la nombraba en los
momento difíciles: la Inmaculada, la Virgen del Carmen, Nuestra Señora de las
Mercedes, María Auxiliadora, la Milagrosa, Perpetuo Socorro... Por ella el Señor
nos guarde todo mal, del cansancio en la fe, de la ambición y la mentira, del
egoísmo y de la soledad.
Por ella, el Señor nos muestre su rostro. Ese rostro invisible que tomó cuerpo
con la carne y la sangre de María. En su rostro de Madre adivinamos la amable
compasión de su Hijo, su cariño que mezcla la seguridad con la ternura. Por ella
el Señor nos conceda la paz. Aquella que inauguró Cristo en Belén rodeado de
ovejas y pastores.
Con el final de un año se cierra el círculo, pero vuelve a comenzar otro nuevo,
como sucede en la espiral.
Ojalá no regresemos al viejo sitio de partida, donde permanece anclada nuestra
pequeñez.
Ojalá alcancemos un punto superior, más elevado, más luminoso, más lleno de
esperanza. Se inicia hoy para los creyentes un nuevo año de gracia.
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