II Domingo del Tiempo Ordsinario, Ciclo C

San Juan 2, 1-11. El Sacramento de la Amistad

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)

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En aquel tiempo había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda”. San Juan, Cáp. 2.

 

Para Calvino, uno de los reformadores protestantes del siglo XVI, aquella advertencia de María ante el Señor: “No tienen vino”, durante las bodas de Caná, quiso decir que los comensales se habían excedido en la bebida. Aguardaba entonces Nuestra Señora una reprensión moralista de parte de Jesús. Pero el análisis serio de los hechos contradice al amargo predicador. El Maestro celebraba en Caná de Galilea, “dando a conocer su gloria” como advierte san Juan, el sacramento de la amistad. Estrenaba su ministerio en la fiesta de una familia, el hábitat propio del amor.

Quizás los novios eran parientes de Pedro y Andrés, originarios de aquella población. O tal vez allegados a María, pues el texto indica: “La Madre de Jesús estaba allí”.

 Una fiesta de bodas, bien lo sabemos, es ocasión propicia de compartir un buen menú, demostrando a la vez generosidad. Pero allí la presencia de Jesús con su grupo, aumentó de improviso el número de comensales, hasta agotar el vino. La emergencia es advertida de inmediato por el ojo maternal de María, quien procura enseguida remediarla. Con delicada prudencia se acerca entonces a su Hijo y le susurra: “No tienen vino”. ¿Pero cuál sería su intención? Porque el Maestro no se había manifestado aún como hacedor de milagros. Talvez Nuestra Señora sugería que algunos discípulos fueran a buscar más bebida en los sitios cercanos. Aquí ciertos predicadores echan al vuelo su imaginación, interpretando las palabras de la Virgen de muy variadas formas. Algunas tan hermosas como irreales. Preferimos nosotros preferimos entender la petición de Nuestra Señora como una ejemplar oración de súplica: Breve, concreta, comedida, llena de confianza.

 El Maestro responde que todavía no ha llegado su hora. Pero se deja llevar por la actitud de su madre y quizás la incómoda situación de los novios, que ya empezaba a traducirse a los presentes. Entonces, con insistencia femenina, la Señora ordena a los criados: “Haced cuanto él os diga”. El evangelista señala que allí había, además de los recipientes para el vino, seis tinajas de piedra, usadas por los judíos para sus purificaciones rituales. Ya no estaban llenas, pues con su contenido se habían cumplido los lavatorios previos al banquete. El Señor se siente presionado y, quizás con cierta sonrisa reprimida, ordena a los criados que llenen las tinajas hasta el borde. Luego les dice que lleven de esa agua al mayordomo. No sabemos en qué momento del breve recorrido, desde la entrada de la casa al lugar donde el mayordomo daba órdenes, aquella agua se cambió en vino de excelente calidad. “Todo el mundo, le comentan entonces al novio, sirve primero el vino bueno y cuando la gente está bebida el de menos calidad. Tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora”.

Celebraba entonces el Maestro el sacramento de la amistad. Un signo generoso: Muchos litros de buen vino, que significaron para los presentes, realismo de Dios ante nuestros problemas. Humanidad de Cristo que nos ofrece su salvación, encarnada en visibles circunstancias. Providencia del Señor que sale al paso, cada día, a nuestras continuas crisis.