III Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C.

San Lucas 1-1-4; 4, 14-21: Pequeños proyectos

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)

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“Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan”. San Lucas, cap. 4.

Jesús regresa a Nazaret, la tierra de su infancia. Según la costumbre judía, asiste el sábado a la sinagoga, entre el grupo de sus paisanos. Allí le entregan el libro de Isaías. Puesto de pie, desenrollando el libro, lee aquel pasaje del capítulo 61: "El Espíritu del Señor está sobre mí: Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para dar la libertad a los oprimidos". Y luego explica a la asamblea: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír".

Sin embargo, al contemplar el mundo que nos rodea, advertimos que ni esta Buena Noticia ha llegado a los pobres, ni esta liberación prometida se ha realizado. ¿ Ha fallado entonces el poder de Jesús? ¿Como la de tantos profetas, fue vana su palabra?

Somos nosotros los portadores de esta noticia, los responsables de esta liberación, quienes hemos fallado. Del Señor es la doctrina, la fuerza interior que mueve la Iglesia, la iluminación del Espíritu, el entusiasmo de todos los días.

Porque olvidamos que Dios nos pide a sus amigos estar íntimamente comprometidos con sus planes: Llevar a los pobres este anuncio, poner por obra esta liberación. La transformación del mundo es labor nuestra.

Sin embargo, convencidos de esta vocación, nos sentimos impotentes ante el inmenso grupo de pobres y oprimidos.

Pero recordemos que las obras de Dios se inician siempre con pequeños proyectos, con humildes iniciativas.

Es evidente que una familia cristiana no puede suprimir los cinturones de miseria que rodean muchas ciudades. Pero sí puede donar una vivienda u obsequiar los materiales para construirla.

Ninguna empresa puede absorber a todos los desempleados del país, pero sí puede generar más empleo. Ningún profesional alcanza a atender todos los casos de caridad. Pero un médico, un odontólogo, una enfermera, pueden regalar unas horas de su trabajo.

Ningún grupo financiero, social, deportivo o artístico alcanza a saciar el hambre de tantos desnutridos. Pero ayudar a los marginados puede estar entre sus objetivos.

Un universitario apenas sueña con servir a las clases pobres, pero un grupo de estudiantes puede remediar muchas tragedias.

Al conocer la amarga realidad de hoy algún joven sentirá dolor, ira o desesperanza. Pero enseguida comprenderá que el Señor lo llama a evangelizar a los pobres, cómo seglar o cómo sacerdote.

Actualmente urge llevar el mensaje del Señor. Urgen las liberaciones políticas, culturales, económicas. Pero todo ello seguirá siendo una utopía sin el compromiso personal con los necesitados.