V Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C.
San Lucas 5, 1-11: Al final de la noche
Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
"Al ver tanta
pesca, dijo Pedro a Jesús: Apártate de mí porque soy un gran pecador. Jesús le
contestó: No temas; desde ahora serás pescador de hombres". San Lucas, cap.5.
Decía un campesino al cura
del lugar: Esta finquita es mía, padre, y de Nuestro Señor Jesucristo. Pero si
le viera el abandono cuando El solo la administraba.
Es maravilloso el trabajo
del hombre, respaldado por el poder constante e invisible de Dios.
De esto nos habla el
Evangelio. Nos describe dos momentos: El de los discípulos que trabajan solos
toda la noche, sin poder coger nada. Y aquel en que el Señor los invita a echar
las redes. Y la pesca es tan abundante que la barca se hundía. Pedro, entonces,
se llena de miedo y suplica a Jesús: Apártate de mí, porque soy un pecador.
También nosotros como
Pedro, le pedimos a Dios que se aleje, cuando alcanzamos éxito en alguna tarea.
Pedro lo hizo por humildad. Nosotros lo hacemos por suficiencia. Le decimos: Ya
no me queda tiempo para ti. Tengo unos planes donde tú no cabes. De hoy en
adelante, me las arreglo solo y tu presencia me complica la vida.
¿Qué imagen tenemos
de Dios? Sabemos quizás reconocerlo cuando los dolores nos golpean, en las
dificultades, en las penas. Cuando las cosas no andan bien decimos que el Señor
nos envía una prueba. Pero El tiene además unos planes, que acostumbra
revelar en los éxitos. Cuando Pedro, aunque temeroso, se alegra con la barca
llena de pesca, el Señor le anuncia que de ahí en adelante será un pescador de
hombres.
Si nuestro hogar es
feliz, Cristo nos invita a acompañar a otros para que vivan ellos también
plenamente la vocación de la familia. Cuando los demás nos aceptan y nos
valoran, es porque podemos compartir con ellos nuestra fe, lo que somos y lo
que tenemos. Si logramos culminar una carrera, el Señor nos envía a servir a los
más necesitados. Cuando nuestras finanzas marchan bien, El nos insinúa compartir
con los que no tienen, realizar iniciativas concretas en favor de los más
desamparados.
No cerremos los ojos ni el
alma, porque los planes del Señor nos salen al camino todos los días,
disfrazados en los acontecimientos. En los triunfos y en las alegrías, llegan
esos deseos de Dios, vestidos de gala. Son invitaciones indeclinables a vivir
nuestra vocación de hombres y de cristianos.
El mundo espera el
entusiasmo, el gozo, la convicción amable, la fuerza de las manos y el corazón
que se fatigaron muchas horas, pero que pueden, por la palabra de Jesús, colmar
la barca de pescados, al final de la noche.