VI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C.
San Lucas 6, 17.20-26: La piedra filosofal
Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
“Jesús,
levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: Dichosos los pobres, porque
vuestro es el Reino de Dios”. San Lucas, cap. 6.
Los alquimistas medioevales
soñaron con la piedra filosofal, a cuyo contacto se cambiarían en oro todos los
metales. Entonces la humanidad sería feliz.
Nosotros descartamos
este sueño, pero seguimos persiguiendo la felicidad. Aunque, un poco más
realistas, ya no la ambicionamos tan completa. La relegamos a algunas áreas de
nuestra existencia. Es una dicha más modesta , pero al fin y al cabo, más
asequible: Diversiones, vestuario, mesa, amistades, viajes... Se la consigue por
módicas cuotas mensuales, o capitalizando poco a poco.
Si en el índice de una
Biblia buscamos la palabra felicidad, se nos remite a muchos lugares: Entre
ellos el capítulo VI de San Lucas. Jesús proclama, sobre una colina, cuáles son
sus métodos para que el hombre llegue a ser feliz.
Sin embargo, este texto leído a la ligera, más
parece una página de un poeta oriental, llena de contraposiciones. Y nos
desconcierta que, según el Evangelio, la dicha se
alcance por la pobreza, el hambre, el llanto, y el
odio padecido a causa del bien.
Sin embargo, si leemos
despacio, descubrimos que son pobres aquellos que carecen o se despojan de unos
bienes aparentes y fugaces. Pero alcanzan otros bienes enmarcados en el Reino de
Dios. Les sabe bien el pan, disfrutan con las cosas sencillas, son libres en sus
relaciones no condicionadas por el dinero, el poder o la fama. Duermen
tranquilos y cada amanecer les trae la sorpresa de sus pequeños logros.
Comprendemos que
tienen hambre los que no están satisfechos ni de sus virtudes, ni de lo que
saben, ni de sus posesiones. Aquellos que nunca se graduaron, que siempre están
en camino, que trascienden. Y el Señor se encargará de saciarlos.
Lloran quienes sienten que
el mundo no está terminado todavía. Los que no archivan el dolor de sus
hermanos, los que no sepultan en las estadísticas el desempleo, la desnutrición,
el analfabetismo, la contaminación. Su recompensa está escrita en el salmo: "La
boca se les llena de risa" cuando el Señor, con ellos, pone remedio a tantos
males.
Son odiados y marginados
los que no se venden, los que no claudican, los que cumplen su palabra, los que
son minoría. Los que dicen la verdad, los que llaman a las cosas por su nombre,
lo que hablan por los pobres. Los que denuncian y anuncian. El Señor les
garantiza un premio de profetas.
Qué bueno que muchos
de nosotros ensayáramos, corriéramos el riesgo. Existe la bienaventuranza. Nos
lo asegura la palabra del Señor. Esta pobreza que Jesús nos enseña, esa hambre,
el llanto la persecución, son de veras la piedra filosofal.