I Domingo de Cuaresma, Ciclo C.
San Lucas 4, 1-13: Mi gracia te bastaAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
“En aquel tiempo
Jesús volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando
por el desierto, mientras era tentado por el diablo”. San Lucas, cap. 4.
Nos educaron para ser
perfectos. Para una perfección sobrehumana. La humana en cambio, discurre por
senderos sinuosos pero ascendentes, se fabrica a base de búsquedas, de
enmiendas, de correcciones sobre la marcha. A base de humildes victorias.
Se nos propuso una
perfección absoluta, angelical, divina. Todo partía de un viejo principio
filosófico: Lo bueno no admite ninguna imperfección.
Se descartaron entonces los
pequeños triunfos, los esfuerzos ordinarios. Se abandonó el campo donde crecían
espinas y el árbol de cosecha tardía. No se promovió al niño diferente. No
supimos prever los fracasos. No aprendimos los primeros auxilios para un caso de
naufragio moral. Nunca nos hablaron de lo bueno que se esconde tras de ciertos
males aparentes. Ni del mal que produce lo bueno, cuando es rígido e inoportuno.
De allí nacieron muchas
deserciones por desengaño. Muchas tragedias por adicción a un iluso
perfeccionismo.
La historia de las
tentaciones de Jesús contradice ese utópico ideal de perfección.
Quienes explican la Biblia
adoptan complicadas posturas para conciliar la bondad de Cristo, Hombre - Dios,
con sus repetidas tentaciones.
Pero a nosotros, simples
cristianos, nos basta saber que el mal golpea toda vida humana. Y no es extraño
que Jesús, semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, padeciera
tentación, la cual no equivale al pecado.
Así comprendemos que no
inmuniza contra el mal, ni el estar largo tiempo cerca de Dios, ni un lugar
privilegiado en la Iglesia. Ni tampoco una tradición de familia, o la clase
social, la ciencia religiosa adquirida, ni la paz que por períodos nos acompaña.
Sin embargo, la actitud del
cristiano no ha de ser de angustia y de zozobra. Será más bien un reconocimiento
de sus limitaciones. De su capacidad de pecado. Esto no lo hará pesimista, sino
realista. No lo hará presumido, pero tampoco pusilánime. Le ayudará a estar
vigilante, pero seguro de que el Señor lo defiende.
Nos llama la atención cómo
el evangelista cuenta las tentaciones de Jesús, con la misma llaneza con que
describe otros acontecimientos. Porque las tentaciones hacen parte de la vida
normal en esta tierra.
Recordemos la historia de
Pablo, hombre cómo el que más, es decir frágil, pero a la vez valiente. Les
escribe a los fieles de Corinto: "He sufrido muchísimos trabajos, cárceles,
azotes sin medida, riesgos de muerte. He sido apedreado, tres veces naufragué.
Pasé por peligros de ríos, de ladrones, de falsos hermanos. Padecí hambre y sed,
frío y desnudez. Y además la amenaza del mal en mi interior. Pero el Señor me
dijo: Mi gracia te basta."