II Domingo de Cuaresma, Ciclo C.
San Lucas 9, 28b-36: En un mundo cambianteAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
"Mientras Jesús
oraba en la montaña, su rostro se cambió y sus vestidos brillaban de blancos".
San Lucas, cap.9.
Vivimos en una sociedad en
tránsito. Los cambios acelerados y profundos nos arrastran del medio rural al
medio urbano, de lo primitivo a lo técnico, de lo sacral a lo secularizado.
Cambian las costumbres, se transforma el ambiente físico y moral, avanzan las
investigaciones y los conocimientos.
Antiguamente los cristianos
también acostumbraban transformarse: Se preparaban de varias maneras para la
gran fiesta de la Pascua.
Cuando hoy nos habla San
Lucas de la transfiguración de Cristo, pensamos que cada uno de nosotros puede
también transfigurarse.
“Mientras Jesús oraba
en la montaña, el aspecto de su rostro cambió”. Nosotros mejoraremos
nuestro rostro con la alegría, la confianza en el Señor, con la paz de una
conciencia que se asoma a los ojos.
“Sus vestidos brillaban de
blancos”. Reconozcamos que nuestros hábitos no siempre son limpios. Pero en
Cuaresma podremos cambiar: Ensayemos a ser personas justas. Acojamos amablemente
a quienes nos necesitan. Hagamos presencia real en el trabajo y en el hogar,
buscando siempre dar, antes que recibir.
“Los apóstoles se
caían de sueño, pero despabilándose vieron la gloria de Jesús”. Muchos de
nosotros mantenemos los ojos cerrados y por esto no hallamos al Señor. Si alguna
vez los abrimos, lo encontraremos más cerca de lo que sospechamos. El no se hace
presente tan sólo en la liturgia, en los sacramentos. Se manifiesta en tantos
sacramentos más simples que nos salen al paso: El amor de los hijos, la amistad,
el aprecio de quienes nos rodean, esas amables sorpresas que nos depara la vida
a cada rato. Aunque pequeñas, guardan siempre escondida una revelación de Dios.
Porque El habita en ese interior de nuestro ser, donde moran la paz y la
alegría. Brota también allí ese otro sacramento que nos purifica: El
remordimiento.
Longfellow en el “Salmo de
la Vida” nos habla de aquellos que dejaron sus huellas sobre las arenas del
tiempo. Son los que se transfiguraron y lograron así transfigurar la tierra.
¿Qué le estamos aportando
al inseguro y ansioso mundo que nos rodea? En él fracasarán o triunfarán
nuestros hijos. Por ellos podemos transfigurarnos.