Un anuncio de alegría

Nacimiento de San Juan Bautista

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Sucedió que mientras Zacarías oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, se le apareció un ángel que le dijo: No temas. Tu mujer te dará a luz un hijo”. San Lucas, cap.1.

El Señor promete y realiza obras grandes y maravillosas en favor de sus siervos. Lo aprendemos en el nacimiento de san Juan Bautista, como cuenta san Lucas.

Zacarías ha entrado al lugar santo para renovar los carbones del altar, esparciendo sobre ellos incienso y aceite perfumado. El rito tiene lugar mañana y tarde, enseguida de los sacrificios. Un toque de trompetas advierte al pueblo, esparcido por los atrios y los pórticos, que es hora de la ofrenda.

Ese día, un ángel se hace presente a la derecha del altar. Con razón se sorprende el sacerdote. Pero el enviado del cielo le dice: “No temas Zacarías. Tu oración ha sido escuchada. Isabel, tu mujer te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan”. “Yo he sido enviado para anunciarte esta buena nueva”.

En el antiguo Testamento Yahvé acostumbraba mostrar su cercanía, dando hijos a una pareja estéril. Así sucedió con Abraham y Sara, con los padres de Sansón, con los de Samuel. Y entre las promesas que Dios hace al pueblo, antes de entrar en Canaán, se contiene: “Yo bendeciré tu pan y tu agua. Apartaré de ti las enfermedades y no habrá en tu tierra ninguna mujer estéril”.

Meses después, cuando nace el niño Juan, hay revuelo en el entorno de la aldea. Zacarías recobra el habla y San Lucas pone en sus labios un largo himno de alabanza: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo”.

Este cántico es una comprobación de la fidelidad de Dios. Ha prometido y ahora cumple, en el nacimiento de un niño.

Una lección para nosotros los desconsolados. Los impacientes ante el ritmo de la historia, ante los cotidianos reveses. Confiar es el verbo clave para un creyente. Creer que cuando Dios promete, ha de cumplir.

El evangelista recogió diversos textos de la tradición judía para tejer ese himno, donde se afirma que lo anunciado por los profetas, muy pronto se cumpliría en el pueblo: “Según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian”.

Si el Magníficat es un himno que exalta la acción de Dios entre los pequeños y humildes, el Benedictus nos enseña a sentir la presencia del Señor en cada una de nuestras circunstancias. La liturgia de Laudes nos lo trae cada mañana, para que iluminemos nuestro día y sintamos a cada paso, ante cada problema, que Dios promete y luego realiza sus bondades en favor nuestro.

Siendo niño escuché que mi párroco rezaba muy despacio, este himno de Zacarías, ante el lecho de un anciano moribundo. No me atreví a preguntarle por qué esta oración y no otras. Pero más tarde lo supe. Quien terminaba sus días era un sacerdote que había abandonado años atrás su ministerio. Ahora el ministro de la Iglesia lo alentaba a sentir que en ningún momento el Señor nos abandona. En aquel solemne trance, mi párroco estaba guiando los últimos pasos de un creyente, más allá de las sombras, “por los caminos de la paz”.