Domingo de Ramos, Ciclo C.
San Lucas 22, 14-23, 56: Celebrar

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)

 

“Jesús iba avanzando, montado en un borrico. Cuando se acercaba al Monte de los Olivos, la masa de los discípulos gritaba diciendo: Bendito el que viene como rey”. San Lucas, cap.19.

Celebrar no es solamente un verbo de tres sílabas que se conjuga cómo el verbo amar. Celebrar es sencillamente estar vivo.

La naturaleza celebra el retorno de la luz y la bondad de la lluvia. El niño celebra la presencia de su madre. Aun los animales expresan si el visitante es amigo o desconocido.

La vida humana es una celebración en muchas dimensiones.

El juego es la celebración de lo que seremos y de lo que deseamos. El noviazgo es la fiesta de un amor que comienza. Celebramos los cumpleaños, el regreso de un amigo, las bodas, los negocios, los grados, las distinciones, las fiestas nacionales y también las exequias.

Por eso, de la vida misma, nace la celebración religiosa que significa la alegría de nuestra relación con el Señor.

Sus signos son la asamblea cristiana, los cantos, las luces, las flores, los vestidos, las plegarias, las procesiones.

Celebrar es recordar, es revivir, es renovar. Esta Semana Santa es la gran celebración cristiana. El Señor ha realizado en favor nuestro cosas maravillosas

Llamó a Abraham desde Ur de Caldea para constituirlo padre de un pueblo innumerable. Selló un pacto con los patriarcas, nuestros antepasados en la fe. Sacó a su pueblo de Egipto y lo condujo a través del desierto. Cuidó de los suyos por medio de reyes y profetas. Condujo de su mano la historia de Israel.

Un día en Belén, nació de Santa María Virgen y apareció visiblemente entre nosotros.

Aquella multitud que aclamaba a Jesús a su entrada en Jerusalén, celebraba la presencia del Señor en su pueblo.

Nosotros recordamos este episodio al iniciar la Semana Santa. El Señor nunca está lejos de nosotros.

Durante estos días, revivimos esa presencia del Señor por la oración, por la participación litúrgica, por los Sacramentos.

Los discípulos, cuenta el evangelista, desatan el borrico que Jesús necesita. Lo cubren con sus mantos y ayudan al Señor a cabalgar. La gente alfombra el camino con sus mantos, corta ramas de olivo y las tiende al paso del Maestro.

Nosotros, en distinto paisaje, pero con idéntica intención, hacemos un alto en el camino. Detenemos el frenesí de nuestra vida, levantamos los ojos hacia El y tomando de la mano a nuestros hijos, nos dirigimos al templo cercano a celebrar que Dios nos ama.