Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
San Juan 20, 1-9:
Al amanecer, junto al sepulcro

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)

 

“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer y vio la losa quitada del sepulcro”. San Juan, cap. 20.

Todo esto ocurrió el primer día de la semana, explica San Juan a sus comunidades.

Nosotros diríamos: El primer día de la Salvación, el primero de la nueva historia.

¿Qué sucede aquel día?

María Magdalena va al sepulcro al amanecer. Otras mujeres se encaminan al huerto, para ungir nuevamente el cuerpo de Jesús. Pedro y Juan corren muy temprano al lugar donde sepultaron al Maestro. Al medio día, unos amigos del Señor emprenden el regreso hacia Emaús, tristes y descorazonados. Otros se pasan el día en Jerusalén, a puerta cerrada, entre la desilusión y la esperanza.

Todo ha sido muy trágico en esas últimas jornadas: La crucifixión del Maestro, el miedo y la huida de los discípulos.

La negación de Pedro. La oscuridad de aquella tarde del mes de Nisán, cuando los judíos preparaban la Pascua. El pequeño grupo de amigos que amortaja de prisa el cuerpo del Señor, para guardarlo en un sepulcro ajeno. Las amenazas de la guardia. El desconcierto de todos, aun de los más fuertes.

Muchos de nosotros pudiéramos señalar sobre este esquema, etapas de nuestra vida: Alguna vez se nos ha muerto el líder, hemos visto fracasar nuestros planes. Nos han fallado los amigos. La muerte nos ha pisado los talones. Los acontecimientos nos colocaron contra la pared. La oscuridad nos cerró todos los horizontes.

Los cristianos no somos de otra especie. Somos hombres, viajeros, y todo lo humano nos pesa a las espaldas. Pero somos distintos, porque Jesús resucitó del sepulcro.

Entonces María Magdalena encuentra al Jardinero. A las mujeres les habla un joven que parece un ángel. Pedro y Juan miran el sepulcro vacío y, enrollado en un sitio aparte, ven el sudario que había envuelto la cabeza de Cristo. Los viajeros de Emaús le reconocen en el partir el pan. Esa tarde, estando las puertas cerradas, Jesús se pone en medio de los temerosos discípulos.

Bajo esa luz de la Resurrección aprendemos la gran lección de la existencia humana: Todo puede morir: Los pájaros, las flores, la brisa, la luz, el gozo, la mañana. Pero Cristo se levanta de la muerte y todo regresa y todo se transforma. Retorna la vida a los nidos. Revientan otra vez los botones en el huerto. Vuelve a correr la brisa por los cerros. Brilla la luz de nuevo. Renace el gozo. Regresa la alborada. Y podemos escribir nuevamente en nuestro diario: "El primer día de la semana...".