II Domingo de Pascua, Ciclo C.
San Juan 20, 19-31: Se agotan los diccionariosAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
“Al anochecer de
aquel día, estando las puertas cerradas, Jesús se puso en medio de sus
discípulos y les dijo: Paz a vosotros”. San Juan, cap. 20.
Anthony de Mello nos dice
en uno de sus bellos poemas: "Decrétase que todos los días de la semana,
inclusive los lunes tediosos y los martes cenicientos, tienen derecho a
convertirse en mañanas de domingo".
Tal vez el poeta quiere
iluminar toda la semana con el resplandor de la Pascua, de aquel domingo cuando
Jesús madrugó a encontrarse con sus amigos, en el huerto, en las afueras de
Jerusalén y, al anochecer, en la intimidad del cenáculo.
Pero nuestra vida personal
no es siempre tan alegre, tan diáfana, tan fresca y luminosa cómo aquella mañana
de Resurrección.
El mal que nos golpea
apenas sí permite que nuestros días se iluminen con luz de la Pascua.
Un mal que se llama: Dolor,
angustia, ausencia, soledad, incomprensión, desprecio, fracaso, cansancio,
desengaño, desesperación, miedo, remordimiento, pobreza, desnudez, hambre y sed,
enfermedad, pecado, muerte. Se agotan las palabras y los diccionarios...
Pero cuando sufrimos con
Cristo, cuando tomamos nuestra vida y todas sus circunstancias y las colocamos
confiadamente en sus manos, cuando descubrimos que sin El nuestro pecado nos
aplasta, entonces todo cambia.
Cambia, porque una noche en
el cenáculo, Jesús exhaló su aliento sobre los apóstoles y les dijo: "Recibid el
Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les serán perdonados".
Desde entonces, los
cristianos descubrimos a cada vuelta de la esquina el rostro amable de Dios. De
ese Dios que proyecta en lo más hondo de nuestro ser, lo más íntimo del suyo: Su
Espíritu. Por eso logramos encadenar nuestras flaquezas a su bondad, nuestros
remordimientos a su perdón, nuestro mal a la paz y a la salud que nos regala el
Sacramento de la Reconciliación.
Así la rutinaria lista de
nuestros problemas se convierte en la alegre certeza de su Amor Todopoderoso.
Podemos entonces decretar
que nuestra vida tiene derecho a transformarse, porque Cristo Resucitado nos
visita, aun allí donde estamos escondidos, presos del miedo y la desesperanza.
Podemos decretar que todos
nuestros días, los lunes tediosos, los martes cenicientos e incluso, los viernes
fatigados, equivalen a un Domingo de Pascua.
Nuevamente se agotan las
palabras y los diccionarios: Gozo, tranquilidad, presencia, compañía,
comprensión, aprecio, logros, descanso, ilusión, esperanza, valor, paz,
abundancia, abrigo, salud, inocencia, Vida.