IV Domingo de Pascua, Ciclo C.
San Juan 10, 27-30:
Una opción de entrega y servicio

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)

 

“Dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz, las conozco y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna”. San Juan, cap. 10.

El oficio de pastor, que Jesús se atribuye a sí mismo en repetidas ocasiones, incluye numerosas tareas: Conocer las ovejas una a una, guiarlas a los mejores pastos, abrevarlas en aguas tranquilas, defenderlas del ladrón y del lobo, buscarlas cuando se han extraviado, curar sus heridas, custodiarlas de noche en el aprisco.

El Señor añade que el buen pastor llega hasta dar la vida por sus ovejas.

La primitiva comunidad cristiana guardó con cariño esta enseñanza. Entre las más antiguas pinturas de las catacumbas, encontramos la imagen del Pastor junto al pez y al anagrama de Cristo.

Pero se puede dar la vida de diversas maneras. Dan la vida la madre, el salvavidas, el soldado, el celador, el médico, el bombero. También el sacerdote da la vida por sus ovejas. La historia nos habla de muchos Pastores que entregaron su sangre por su grey. Pero otros, la mayoría, dan su vida de otro modo: La gastan en el servicio de los demás. Nos dan su tiempo, su salud, sus posibilidades, su capacidad de realizarse en otras áreas.

Su misión es anunciar el Evangelio y celebrar los Sacramentos. Pero dentro de este programa se encuentran mil actitudes de servicio: Acompañar a la gente, escucharla, traducir en lenguaje llano e inteligible los "signos de los tiempos", hacerle resonancia a cualquier acontecimiento festivo o doloroso, orientar a los desconcertados, o simplemente "estar allí" para ser testigos del amor y la esperanza.

Alguien se queja de que la amistad del sacerdote es siempre transitoria. Quizás. Porque él conserva la libertad del viento, que "no tiene cadenas ni memoria". Tiene que ser así, porque su corazón no puede atarse solamente a unos pocos. El Señor lo ha llamado a ser amigo de todos.

Hombre cómo nosotros, tiene el oficio de continuar la presencia de Jesús en el mundo.

A un grupo de campesinos les señala un horizonte más amplio. A una familia marginada le explica el sentido del dolor, de la pobreza y del trabajo.

Preside la comunidad cristiana y renueva el diálogo entre Dios y los hombres. Cuando fallamos, nos reconcilia con la vida, con nuestra fragilidad, con la historia, con los acontecimientos. Nos enseña a leer en nuestro calendario la Historia de la Salvación.

Cuando un joven descubre que el sacerdote es alguien realizado, alguien irreemplazable en la comunidad humana, incluye también en sus opciones, esa posibilidad de entrega y de servicio.

Los grupos marginados, quienes todavía no conocen a Cristo lo aguardan para que les anuncie el amor del Señor.