IV Domingo de Pascua, Ciclo C.
San Juan 10, 27-30: Así vale la penaAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto) (Q.E.P.D)
"Dijo Jesús:
Yo soy el Buen Pastor. Mis ovejas escuchan mi voz y ellas me siguen y yo les doy
la vida eterna". San Juan, cap. 10.
Nos conmovió, hace
algunos años, el asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero. El heroico
arzobispo de San Salvador moría realizando perfectamente la misión del Buen
Pastor: Dar la vida por sus ovejas.
Todos nos enteramos de su
compromiso con el pueblo, de su valentía cristiana, su vida plenamente
sacerdotal, su fe y su mansedumbre, su amor a todos sin distingos, su entrega
hasta la muerte. Por esos días comentaba un estudiante: ¡Así sí vale la pena ser
cura!
Hoy miramos a Cristo,
Pastor supremo de nuestra comunidad, y consideramos el trabajo arduo,
comprometido y meritorio de nuestros sacerdotes. Ellos reemplazan al Señor en su
tarea pastoral. Nos enseñan la fe, nos dan los sacramentos y nos muestran
ideales superiores de paz y de justicia.
San Pablo nos describe al
sacerdote como un hombre, sacado de entre los hombres y constituido al servicio
de todos, en aquellas cosas que se refieren a Dios.
Los sacerdotes son personas
comprometidas más de cerca con Cristo y con la Iglesia. Unos realizan su tarea
en las parroquias, en la acción caritativa, en la catequesis, en la universidad,
en la investigación teológica, en las oficinas eclesiásticas, en los medios de
comunicación social.
Otros han dejado su
tierra y su gente, para sembrar el Evangelio en los lugares donde la Iglesia no
ha empezado todavía. Son los misioneros, la expresión viva de unas comunidades
cristianas más allá de las fronteras.
En este día del Buen
Pastor, Cristo invita a los jóvenes, esperanza del mundo y de la Iglesia, a
reflexionar sobre la vocación sacerdotal y misionera.
Quizás este llamado no
había llegado antes a su mente y a su ilusión. Vale la pena ser sacerdote hoy,
en este mundo cambiante y pluralista, agitado por tan variados problemas, pero a
la vez rico en posibilidades y sostenido por las manos amables del Padre.
Es meta de gente
valiosa seguir los pasos del Buen Pastor: Conocer sus ovejas, llevarlas a
los mejores pastos, defenderlas del lobo, dar la vida por ellas.
Respaldemos a nuestros
sacerdotes, con nuestro agradecimiento y nuestro cariño. Cada familia puede
hablar a sus hijos sobre la posibilidad de llegar al sacerdocio. Los educadores
pueden presentar a sus alumnos la vocación sacerdotal y misionera, con su enorme
tarea de servicio a la Iglesia y de plenitud personal.
¡Qué bueno que cada
parroquia se preocupara efectivamente, por ayudar a los jóvenes que se sienten
llamados al servicio de la Iglesia, dentro del ministerio sacerdotal!.
Por la oración y por
nuestro testimonio cristiano, tendremos muchos y santos sacerdotes.