Domingo XXV del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Es mejor prevenir

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Entonces aquel administrador se puso a echar cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo?. Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza”. San Lucas, cap. 16.


Por sus capacidades, este administrador de la parábola mereció la confianza de su señor. Era alguien de cierto nivel social, pues declara que para cavar la tierra no tenía fuerzas y para mendigar no tenía cara. Pero sus manejos se embrollaron y el dueño de la empresa lo llamó a cuentas.

De inmediato da pruebas de su astucia. Comprendiendo que va a ser despedido, se asegura el favor de unos amigos, así sea de forma ilícita.

Era común en aquel tiempo negociar con dinero contante, pero también se usaba ofrecer tejidos, piedras preciosas, ganados y otros bienes a cambio de vinos, granos o aceite.

En diversas regiones se han encontrado papiros muy antiguos, donde se estipulaba el monto de unas deudas y la manera de pagarlas.

Cuenta el evangelista que aquel sagaz administrador fue llamando, uno a uno a los deudores de su amo, y les expidió otro pagaré de menor cuantía.

El primero debía cien barriles de aceite. Su deuda quedó condonada en la mitad. El segundo adeudaba cien fanegas de trigo. “Escribe otro recibo por ochenta”, le dice el administrador. Probablemente algunos más recibieron igual beneficio.

Aquí el amo, defraudado anteriormente, lo fue de nuevo por la inicua habilidad de su mayordomo. Pero en vez de enojarse, que hubiera sido la reacción lógica, “lo felicita por la astucia con que ha procedido”.

Nos desconcierta este desenlace de la parábola, que el Señor mismo aprueba. Pero no todos los detalles de una narración evangélica han de tenerse en cuenta. A Jesús le interesaba subrayar que es necesario prever nuestro futuro eterno.

“Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz”, concluye el Maestro.

“Hijos de la luz” es una expresión semita que encontramos en muchas páginas de la Biblia. Con frecuencia San Juan acude a ella en su evangelio y luego san Pablo la repetirá en sus cartas. Cuando escribe a los tesalonicenses les dice: “Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas”.

Señala también Jesús: “Ganaos amigos con el dinero injusto para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas”. Desde aquel tiempo había riquezas conseguidas limpiamente y otras de oscura procedencia. Y el Señor nos propone una manera de lavar capitales, aunque de manera distinta.

Al señalar que nuestras obras tienen premio o no premio más allá de la muerte, la tradición cristiana ha hablado de méritos, y a la vez de indulgencias. Sin embargo este enfoque es demasiado estrecho para medir la generosidad de Dios y su acción en nosotros.

Es mejor prevenir nuestro futuro. Por lo cual el Maestro nos aconseja hacernos tesoros en el cielo. Pero manteniendo una actitud no contaminada de tarifas, ni contabilidades.

Un poeta japonés escribió: “Cuando un pájaro, al despuntar la primavera, se posa sobre la rama de un almendro florecido, esa noche Sirio brilla en el cielo con mayor intensidad”.

Lo cual nos hace recordar una sentencia del Maestro: “Hasta quien dé a beber un vaso de agua fresca a estos pequeños, os aseguro que no quedará sin recompensa”.