Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

¿Para qué sirve creer? 

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. Él les contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate y plántate en el mar, y os obedecería”. San Lucas, cap. 17.


¿A quién pediríamos ayuda? Talvez a la química, a la física. O más bien a la aerodinámica, a la cibernética. Porque muchos querríamos averiguar qué nivel de fe poseemos.

Un día los apóstoles le dijeron a Jesús: “Auméntanos la fe”. Pero el Señor no respondió refiriéndose a medidas de peso o de capacidad. Les habló únicamente de la mostaza: Un grano diminuto que los botánicos clasificaron luego entre las crucíferas, por su pequeña flor de cuatro pétalos.

La Biblia la menciona cuatro veces. En San Mateo Jesús compara con la mostaza el Reino de los Cielos, para explicar que el programa de Dios comienza casi siempre por elementos insignificantes. Algo semejante indica San Marcos: La mostaza es más pequeña que muchas otras semillas, pero luego se hace arbusto “y las aves del cielo anidan a su sombra”. En san Lucas el Maestro enseña que haríamos grandes cosas, si tuviéramos fe, siquiera “como un grano de mostaza”..

Hay una relación indisoluble entre fe y oración: “Podríais decir a esta morera: Arráncate y plántate en el mar y os obedecería”. Otros traductores hablan del sicomoro, una especie, parienta próxima de la morera que se daba en Palestina.

El texto paralelo en san Mateo señala un monte que se desplaza, empujado por la fe del creyente. Nos aclaran los biblistas que probablemente Jesús atravesaba entonces la llanura de Esdrelón, y miraba de frente el monte Tabor.

Sin embargo hemos de entender que esos fenómenos de árboles voladores y montañas que se desplazan, no son el objetivo primordial de la fe. Se trata de figuras literarias, muy propias del mundo judío, que Jesús retoma con un sentido pedagógico.

Más tarde al apóstol Santiago nos dirá que sí existe una medida para evaluar la fe: Las buenas obras: “Yo te probaré mi fe por las obras”. Y en otro párrafo: “La fe que no tiene obras está realmente muerta”.

No habla este apóstol de efectos extraordinarios. Señala, ante todo, el servicio a los más necesitados. Aunque uno piensa, conociendo el corazón de algunos prójimos, que podría considerarse milagroso, si alguna vez se compadecen de los pobres.

Es claro que esa fe que los apóstoles deseaban aumentar no era una adhesión intelectual a ciertas verdades. Probablemente pretendían obtener un poder especial, luego haber visto algún signo maravilloso realizado por el Maestro.

Sin embargo persiste la pregunta: ¿Para qué sirve creer?

Vale, de entrada, comprender que las cosas importantes de la vida, no pueden profanarse con una actitud mercantilista. En otras palabras, “no sirven para nada”. El objetivo primordial de la fe, no apunta entonces a realizar prodigios. Persigue ante todo promover una relación personal, gratificante, estable, profunda con el Señor. Una relación que nos transforma.

No había belleza alguna en el rostro de aquella anciana que se llamó Teresa de Calcuta, pero todos descubrimos en ella, el sello indiscutible de Dios.

Nunca es el puerto el que se acerca al navío. Es éste el que, luego de amarrar las jarcias, empieza a arrimarse a tierra, a veces con gran esfuerzo de los marineros.