Solemnidad de San José

Sueños

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“José que era bueno y no quería denunciarla, decidió abandonarla en secreto. Pero un ángel del Señor se le apareció en sueños”. San Mateo, Cáp.1.

1.- En el Antiguo Testamento, Yahvé acostumbraba revelar sus secretos en la penumbra de los sueños. Un día Jacob soñó con una escala que apoyada en la tierra, tocaba con su cima los cielos. Por ella bajaban y subían los ángeles del Señor. Entonces el patriarca entendió que Dios le entregaba aquella tierra, para que fuera el padre de un gran pueblo.

San Mateo nos cuenta cómo remedió el Señor las inquietudes de José. Estando desposado con María, antes de vivir juntos, ocurrió que ella esperaba un hijo. Pero siendo hombre justo, más bien que denunciarla, lo cual hubiera sido difamarla y condenarla a muerte, decidió abandonarla en secreto.

Pero un ángel le indicó en sueños: “No tengas reparo en recibir a María en tu casa, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”. Añade el evangelista que, al despertarse, José hizo lo que le había mandado el mensajero celestial. Aquel esposo antes angustiado no solamente creyó en el Señor. A la par le creyó al Señor y Él vino en su auxilio. Nos dice un escritor que, a nivel del espíritu, únicamente la fe hace el oficio de traducción simultánea.

2.- Nuestra vida transcurre entre acontecimientos que, con toda razón, calificamos de absurdos. Pero si nos quedamos anclados en la periferia, sin taladrar el núcleo de los hechos, no descubriremos el misterio. Aunque hoy no suelen ser los ángeles los mensajeros celestiales, ni es común que, en sueños, se nos comunique el Señor. Pero son numerosos sus enviados: Tantas personas comprometidas con el evangelio, los padres, los amigos, la técnica y la ciencia, los llamados signos de los tiempos, es decir situaciones que iluminan el sentido de la historia. En esto consiste una fe madura. En la capacidad de leer y comprender más allá de lo visible. Y así lo hizo el patriarca en numerosas circunstancias. Entonces algo se nos ocurre de pronto. Captamos con claridad lo que antes era confuso. Caemos en la cuenta, advertimos que el Señor clarifica el contenido de los acontecimientos.

3.- San Pablo no vacila en afirmar que “para quienes aman a Dios, todo coopera para el bien”. “Aun los propios pecados” añadió san Agustín. A la luz de la fe, comprenderemos que el sufrimiento también nos aporta beneficios: Revela los quilates de nuestra personalidad, templa nuestro espíritu. Nos hace capaces de entender y de compadecer a los demás. Nos muestra la exacta dimensión de las cosas. Despierta una sed de absoluto, que nos motiva a confiar solamente en el Señor. Esa sed que es un saludable recurso para que nos decidamos a buscarlo.

4.- Podemos descubrir a Dios, aún en la tiniebla de nuestros pecados. Nos lo enseña la parábola del Padre misericordioso: Solamente cuando aquel joven licencioso hubo gastado todos sus bienes, sólo entonces, se acordó de su padre. Entonces, ¿quien valdrá más ante el Señor, un hombre puro o un hombre purificado? Este quizás sea más viejo, más prudente, más sereno y más agradecido. Pero nunca inferior al primero.

Ya no es necesario soñar para escuchar la respuesta de Dios. Basta orar, pedir perdón, elevar hasta El nuestro corazón desconcertado. Y luego tener un poco de paciencia. Su respuesta, aunque no inmediata, rebasa siempre nuestras expectativas.