Solemnidad de la Anunciación del Señor

San Lucas 1, 26-38: Un Angel y una Virgen

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“El ángel Gabriel fue enviado a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David”. San Lucas, Cáp. 1.

1.- Fray Angélico desde su primoroso arte, nos dejó un exquisito retablo sobre la Anunciación, que se conserva en el Museo del Prado. El ángel y la Virgen aparecen rubios y hermosos. Ella está sentada a la derecha luciendo una túnica color rosa bajo un manto azul. Ante la inesperada visita, ha suspendido la lectura del libro que mantiene sobre el regazo. El ángel viste un traje adornado con franjas de oro, que cae en pliegues hasta los pies.

En el ángulo izquierdo del cuadro se ve la mano de Dios, que envía un rayo de luz hacia la joven. Entre ella y el ángel hay un jarrón de nardos florecidos que significan virginidad. Si este acontecimiento sucedió de modo visible en aquella aldea olvidada, seguramente no ocurriría con tan suntuosa decoración. Si apenas tuvo lugar en el corazón de la Señora, hemos de felicitar a san Lucas, por haber redactado las cosas de modo tan magistral.

2.- Nazaret tiene hoy unos 30.000 habitantes, pero en aquel tiempo no pasaba de ser un pequeño pueblo, vecino a la llanura de Esdrelón. La casa de María, según los arqueólogos, debió ser medio casa, medio gruta, adosada a un espacio donde se guarecían los animales domésticos. Dios nunca ha sido remilgado anota un autor. Se ha abajado ágilmente para que nosotros, como dice el prefacio de Epifanía, “podamos compartir su divinidad”. Ese día, un ángel y una virgen despertaron el prodigio más grande de los siglos. Nos lo enseña el primer misterio glorioso del Rosario: “La Anunciación del arcángel San Gabriel a María Santísima y Encarnación del Hijo de Dios”.

3.- Y el Padre Astete lo explica con su armonioso lenguaje: “El misterio de la concepción de Jesucristo se obró así: En las entrañas de la Virgen María formó el Espíritu Santo, de la purísima sangre de esta Señora un cuerpo perfectísimo. Creó de la nada un alma y la unió a aquel cuerpo. Y en el mismo instante, a este cuerpo y a esta alma se unió el Hijo eterno de Dios. De este modo, el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo quedó hecho hombre”.

El diálogo del mensajero celestial y la Virgen está colmado de citas bíblicas que lo sitúan dentro de la más rica tradición judía. María entiende y a la vez no entiende. Pero cuando el ángel la ha llamado “Llena de gracia”, logra asomarse a la grandeza de Dios, que hace cosas maravillosas entre los humildes. La Virgen responde con humildad y confianza en Dios, pero además con realismo: “¿Cómo será esto pues no conozco varón?”. Gabriel añade más datos sobre ese Dios que realiza imposibles. En ese instante la historia del universo se queda un momento en vilo. Pero enseguida la joven acepta y “El Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros”.

4.- No caben en esta festividad demasiadas muchas elucubraciones teológicas. Fe simple, confianza, asombro integran la mejor celebración. Cuando tratamos de explicar los misterios de Dios es posible que los estemos profanando. Vale más sumergirnos en el sobrecogido silencio que arropó entonces a Nazaret. Para escuchar que cada tictac de la historia cristiana repite devotamente: “Santa María, madre de Dios”.