Solemnidad de la Madre de Dios

San Lucas 2, 16-21: Es tiempo de esperanza

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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1.- "En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre”. San Lucas, Cáp. 2. “Santa María, Madre de Dios”...una súplica que hemos repetido miles de veces, desde la más remota infancia. Y ahora volvemos a invocar a la Madre de Jesús, en el dintel de este Año Nuevo. Porque nosotros, al igual que los pastores hemos ido corriendo hasta el pesebre, para encontrarla a ella con el Niño y su esposo.

Es enero. Despunta un nuevo año. Tenemos en la mano un calendario recién estrenado, para escribir en él nuestros aciertos y nuestros fracasos. Es tiempo de proyectos, de propósitos y expectativas. Después vendrá el fluir de los días, con su rutina y sus desengaños.

Nació el calendario por el deseo de ubicar en el tiempo las siembras y las cosechas. Así empezaron los antiguos a dividir el tiempo en días, meses y años. El antiguo calendario romano fue reformado por el emperador Julio César en el año 45 a. C. Más tarde, en Italia, un monje llamado Dionisio el Exiguo, lo adaptó a la fecha del nacimiento de Cristo. Luego, en 1582 bajo el papa Gregorio XIII, se modificó nuevamente, de acuerdo con los descubrimientos astronómicos de la época.

2.- Para los cristianos el tiempo es una sucesión de días, marcada siempre por el amor de Dios a sus hijos. Nosotros no vivimos únicamente en la historia. Todo lo nuestro es Historia de Salvación: Un programa en el cual Dios sigue creando el mundo, y transformando con cariño y esmero a todos sus hijos. Despunta un nuevo año: El niño empieza a descubrir el mundo. El adolescente se encuentra consigo mismo. El adulto se embarca en sus proyectos. Hombre y mujer confían en el amor. El anciano prosigue acariciando nostalgias.

--Es tiempo de siembra: El niño hace amistad con los libros. El adolescente entierra en su interior una ilusión. El adulto colecciona sus crisis. Los esposos profundizan en su relación. El anciano poda sus recuerdos.

--Es tiempo de abono y regadío: El niño aprende de ausencia y de dolores. El adolescente, de soledad y desconcierto. El adulto, de golpes e ingratitudes. La pareja se problematiza. El anciano añora tiempos mejores. No siempre la cosecha tiene igual medida que la esperanza. Porque la incertidumbre alcanza a deslucir toda utopía: Lo económico, lo social, lo político, la salud, la familia, el trabajo, los estudios.

3.- Sin embargo, nosotros los creyentes hemos contemplado, al igual que los pastores, al Salvador del mundo, recostado en un pesebre. Entonces regresemos a los nuestro, alabando al Señor y contando a todos lo que hemos visto y oído. Que Dios se hizo hombre para que, a cada paso, tengamos fuerza y luz. Para que nunca nos dejemos ahogar por los dolores.

San Pablo les escribe a los gálatas: “Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley”. Lo cual ha producido un cambio estructural en las relaciones con el Señor. Ya no somos meramente siervos del Señor, sino sus hijos y como hijos, también herederos.

Volvamos hoy a invocar María, por quien nos han llegado estas maravillas. Repitamos con el alma en los labios: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.