Fiesta. Dedicacion de la Basílica de San Juan de Letrán

San Juan 2, 13-22: La tienda del encuentro

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas en sus puestos. Y haciendo un látigo con cuerdas, a todos los echó fuera”. San Juan, Cáp. 2.

1.- Los antiguos patriarcas de Israel nunca tuvieron templos. Cuando Dios se les manifestaba, erigían un altar para ofrecer sobre él sacrificios. Más tarde, durante la peregrinación por el desierto, Moisés hizo construir un arca de madera, que se guardaba en una tienda especial y era trasladada en cada ocasión, por los levitas. Más tarde, Salomón edificó en Jerusalén un magnífico templo, célebre por su riqueza y hermosura.

Tampoco los primeros cristianos poseían lugares de culto. Celebraban la fracción del pan en casas particulares, o escondidos en las catacumbas, si arreciaba la persecución. Pero en el siglo IV, cuando Constantino dio libertad a la Iglesia comenzaron a surgir los templos cristianos. Hacia el año 320, el mismo emperador cedió su palacio en Letrán para construir una basílica, que el papa san Silvestre consagró a Cristo Salvador. Un hecho que recuerda cada año nuestra liturgia.

2.- El templo de Jerusalén que Jesús visitó muchas veces, había sido reconstruido por Herodes el Grande. Allí comprobó que quienes ofrecían animales para los sacrificios y los cambistas de dinero - pues la ofrenda religiosa sólo admitía moneda judía - habían invadido más allá de lo normal, los atrios vecinos al santuario. La actitud intransigente del Señor, al expulsarlos del recinto blandiendo un azote de cordeles, no agredió solamente a aquellos comerciantes. Acusaba también a las autoridades religiosas, quienes habían transformado el culto a Yahvé en sucio mercantilismo: “No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado”. Más dura aún, la expresión de san Mateo: “Vosotros habéis convertido mi casa en cueva de bandidos”.

El incidente molestó con razón a los enemigos del Señor, quienes le reclamaron airadamente. Pero el Maestro no negaba la importancia del templo. Era una maravilla arquitectónica, un símbolo religioso y político que hacía enorgullecer a todo judío. Sin embargo, quería enseñarnos que es Él más importante que todos los lugares sagrados y que, en adelante, como lo explicaría a la samaritana, el culto agradable al Señor no estaría ligado a espacios, o edificaciones. Habríamos de encontrarnos con Dios en espíritu y en verdad. No solamente en Garizim, en Jerusalén, o en Roma.

3.- Pablo escribió más tarde a los fieles de Corinto: “Vosotros sois edificio de Dios. Mire cada uno cómo construye. ¿No sabéis que sois templos de Dios y el Espíritu Santo habita en vosotros?”. Nuestra intimidad es entonces la verdadera Tienda del Encuentro, donde a cada momento el Señor se comunica con sus hijos.

4.- Un Ángel de la de la Guarda jubilado, al regresar al cielo, dejó olvidada su libreta de apuntes. Allí pudimos sorprender estas líneas: “Noviembre 9. Hoy le dije al párroco: Cuide, su reverencia, con esmero del templo. Sin embargo, nunca lo considere propiedad personal. Menos aun teatro, museo, almacén de maravillas, o jaula para encerrar a Dios. Invite a sus feligreses a venir. Pero insístales que el Señor está primordialmente en su conciencia y en el recinto de sus hogares. Y procure, ante todo, que la liturgia sea resonancia de ese encuentro personal y profundo, de cada quien con el Padre de los Cielos”.