Solemnidad. Natividad del Señor

Misa del día

San Juan 1, 1-18: Nos ha nacido un niño

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios”. San Juan, Cáp.1.

1.- No deja de extrañarnos cómo inicia san Juan su evangelio. Algunos aseguran que este prólogo está contaminado por la filosofía gnóstica, que circulaba entonces en el imperio romano. No lo creemos así. Conviene sin embargo recordar que los evangelistas tejieron sus textos anudando diversas tradiciones de una u otra región. Depurando otros escritos que guardaban las primeras comunidades cristianas. Los biblistas comparan este prólogo con el inicio del Génesis, donde se nos dice: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra. Y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas”. Aquí se nos cuenta en lenguaje teológico, no científico, el comienzo del universo.

2.- Pero San Juan se remonta más atrás y nos presenta un panorama donde solamente existía Dios. Y al hablar de su Palabra, quiere significar un deseo urgente del Altísimo de comunicarse con nosotros. El texto señala enseguida que Dios es ante todo Vida y Luz, pero añade unos doloridos versículos: “La Luz brilló entre la tiniebla y la tiniebla no la quiso recibir”. “El mundo se hizo por medio de esta Palabra, pero el mundo no la conoció”. “Dios vino a su casa y los suyos no lo recibieron”.

Sin embargo el escritor sigue adelante, para presentarnos lo esencial de esta página: “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros y hemos contemplado su gloria”. El verbo acampar recuerda el estilo de viajes que realizaban entonces los judíos. Además de la comida y la bebida para el camino, cada peregrino llevaba a cuestas su tienda de campaña. Y al llegar a un lugar, le preguntaban: ¿Es pacífica tu venida? Si el forastero respondía afirmativamente, se le indicaba un espacio donde pudiera levantar su tienda. El evangelista quiso emplear esta expresión para mostrar hasta dónde Dios se ha integrado a nuestra historia, a nuestra raza.

3.- Prosigue san Juan señalando que cuando Dios ha aparecido entre nosotros “hemos visto su gloria”. Una clara alusión a aquello que la Biblia llama “la gloria del Señor”. Para el pueblo escogido Dios habitaba detrás de una nube y desde allí se mostraba a los hombres, mediante voces y visiones. A esta nube la llamaron los judíos la “shekinah”, y también designaba poder de Dios que rige el universo. Algún comentarista apunta que talvez el evangelista recordaba aquella manifestación de Dios sobre el monte Tabor, a tres de los apóstoles, entre los cuales se hallaba Juan. Ese día Jesús reveló su condición divina a aquellos somnolientos discípulos. Toda esta elevada enseñanza del cuarto evangelista la vemos aquí en el pesebre, asequible a nuestras mentes, que necesitan luces y colores para entender un poco la Encarnación de Dios.

4.- En Belén, una pequeña aldea dominada por los romanos nace un niño. Los pastores del contorno advierten que allá lejos, alguien ha encendido fuego en una cueva y se acercan curiosos. Encuentran solamente lo que san Lucas dice en su relato: Una madre, su esposo y un niño acostado en el pesebre. Dejémonos tocar por esa magia que todo lo envuelve en estas fechas: El amor. Y que en nuestro interior comience a parpadear una pequeña llama de cariño, hacia el Señor Jesús.