Solemnidad: San Jose, Esposo de la Virgen María

San Mateo 1, 16.18-21.24a: Por el desierto de Dios

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“La madre de Jesús estaba desposada con José y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto”. San Mateo, cap. 1.

1.- Si María le hubiera comentado oportunamente, si el Señor le hubiera explicado a tiempo sus misterios, José no habría gustado las crueles amarguras que indica el Evangelio. “Resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”, nos dice san Mateo. Pero esta condición celestial nadie entre el pueblo la sabía. Y la Ley ordenaba apedrear a las adúlteras, mucho más tratándose de una jovencita ya comprometida en matrimonio. José, como advierte el evangelista, siendo un hombre justo, no lograba aceptar que su esposa le hubiera sido infiel. Resolvió entonces abandonarla en secreto.

Entre los judíos el matrimonio se realizaba en dos momentos. El primero, que podríamos llamar desposorio, consistía en un contrato que daba mutuos derechos los cónyuges. Sin embargo, la novia continuaría viviendo con sus padres o tutores. Hasta un segundo momento, el matrimonio propiamente dicho, que se solemnizaba con el banquete nupcial y la conducción de la novia al nuevo hogar.

Sin duda José y María vivieron este proceso, pero entre el primer paso y el segundo, ocurrió este incidente misterioso. ¿Lo advirtió José de inmediato? “Lo más probable, comenta Martín Descalzo es que el patriarca no lo notara. Los hombres solemos ser muy despistados en estos temas. Pero es de suponer que la noticia corrió entre las mujeres nazaretanas. Y alguna de ellas tendría la ocurrencia de felicitar a José, porque ya iba a ser padre”.Comenzó entonces el santo esposo a transitar “por el desierto de Dios”, como dicen los místicos. Confiaba él plenamente en su prometida, sin lograr descifrar tan complicado acertijo.

2.- Pero enseguida el asunto comenzó a aclararse, aunque mediante otro misterio. Un ángel del Señor se le aparece en sueños a José, para decirle: “No tengas reparo en aceptar a María, porque la criatura que en hay en ella viene del Espíritu Santo”. De nuevo los ángeles, como tantas veces en los relatos de la infancia de Jesús, y uno de ellos amonesta a José. Estamos ante una forma hebrea de explicar cómo Dios se comunica con los hombres.

¿Para un judío de ese tiempo qué significaba esa expresión: Una criatura que viene del Espíritu Santo? Nuestra fe actual, luego de muchos siglos de teología, explica que en aquel embarazo de Nuestra Señora intervino de modo especial el Señor. José lo entendería de otro modo, pero tratando de ser fiel a Yahvé. Aprendemos entonces que una conciencia recta nunca nos inmuniza frente a los problemas de esta tierra. Nos lo dijo el Concilio Vaticano II: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres son a la vez los mismos de los discípulos de Cristo”.

María fue escogida para ser la Madre de Dios y, cuando ella aceptó humildemente, el Señor le explicó muchas cosas. José es invitado de honor a este proyecto, pero talvez sin tantas luces como su esposa. El patriarca nos da entonces ejemplo de paciencia y a la vez de confianza en el Señor. Nos enseña a cumplir nuestros deberes con responsabilidad y alegría. A confiar siempre en Dios, no importa que nos agobie la oscuridad entre tantos desiertos.