II Domingo de Adviento, Ciclo B.
San Marcos 1,1-8: Caminos

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos”. San Marcos, cap.1.

La Biblia es historia de caminos. Desde el Génesis, cuando el Señor defiende con querubines el camino del árbol de la vida, hasta el Evangelio de Juan, donde Cristo se proclama Camino.

Isaías anuncia que el Mesías cubrirá de gloria el camino del mar, más allá del Jordán. El salmista ruega a Dios le muestre la senda de sus mandatos. El libro de la Sabiduría recuerda que Yavéh preparó a su pueblo un sendero sobre las aguas del Mar Rojo. Los magos regresan a Oriente por distinto camino, para esquivar a Herodes.

Y Mateo nos cuenta de la semilla que cayó en el camino, de los ciegos que estaban sentados al borde del camino, del día glorioso en que los discípulos arrojaban sus mantos al camino, al paso del Maestro, de la decisión de ponerse en camino...

Ahora Juan Bautista que viene del desierto nos grita: Preparad los caminos del Señor, allanad sus senderos.

Si analizamos nuestras relaciones con Dios, descubriremos que le hemos cerrado nuestros caminos.

Cristo pudiera repetir lo de Antonio Machado: ¡Caminante, no hay camino!

Pero cuando el Señor insiste en llegar hasta nosotros se inventa sus maneras. Recordemos algunos ejemplos:

A Nicodemo, en una visita nocturna.

A la mujer de Samaria, por la sed de un profeta que busca agua.

A Zaqueo lo encuentra en un árbol y se hace invitar a su casa.

A Dimas, por un expediente judicial y una intuición repentina.

A Ignacio de Loyola, por una herida durante el sitio de Pamplona.

A Paul Claudel, mientras visita Notre Dame. A Martín Luther King, por el dolor de una raza. A la Madre Teresa, en las atiborradas calles de Calcuta.

En cada una de esas historias, el Señor abre un camino y un hombre o una mujer responden.

Podríamos aquí dejar unas líneas en blanco. No para dibujar los caminos de Dios que ya están inventados, sino para escribir decididamente nuestra respuesta.

Para reconocerle al Señor su deseo y su derecho de llegar hasta nosotros. Para sospechar la indecible alegría de su venida y disponerle un camino, entre los escombros de nuestras batallas.

Sí, hay camino: José y María, los pastores, los magos, abrieron caminos para los hombres de buena voluntad.