III Domingo de Pascua, Ciclo B
San Lucas 24,35-48:
Shalom

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Mientras los discípulos hablaban, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros.” San Lucas, cap.24.

 

“Esta es mi paz”, dijo el Señor. Y los siete colores del arco iris se curvaron sobre el horizonte. Pocos días antes había regresado hasta la diminuta ventana del arca, ya serena sobre un monte, una paloma con un ramo fresco de olivo. La tierra comenzaba a gozar de la paz, mirando la placidez del mundo renacido.

 

Pero aún muchas gentes no han podido asimilar plenamente la paz. Por eso Cristo nos vuelve a decir hoy: La paz sea con vosotros. Así saludaba El, y así saludan todavía los judíos: Shalom.  Una palabra suave y fuerte a la vez, como las manos de un amigo.

 

La Iglesia, además nos invita, en cada Eucaristía,  a darnos  el saludo de la paz, como un augurio de este don de Dios para cada uno de nosotros.

 

Sin embargo, “la paz no se encuentra, se construye”. Se construye paso a paso, día a día, cuando respetamos los derechos inviolables de cada hombre.

 

Nuestros muchachos adornan su alcoba con afiches de paz. Pero, dentro de su alma, en las familias, en la universidad y en la fábrica, aún no existe una paz verdadera. Las naciones celebran tratados, realizan conferencias en la cumbre y hasta hacen guerra, para lograr la paz.

 

Pero esta no es el fruto de palabras, ni de alianzas efímeras, ni de afiches multicolores, ni de la autoridad de los hombres, ni del imperio de los fusiles: Es un regalo de Dios al hombre que decide convertirse en su corazón al bien y a la verdad.

 

¿Cómo se construye entonces la paz? Se construye en nosotros mismos cuando somos rectos, equitativos y honrados. Cuando desarrollamos nuestros talentos individuales y colaboramos en la promoción del hombre.

 

Se construye en nuestra relación con los demás, si vivimos en armonía dentro del hogar, si educamos a los hijos en el ejemplo, les brindamos amor y alegría. Los motivamos a la justicia.

 

Se hace siempre que luchamos para que cuantos trabajan a nuestro lado vivan en una forma acorde con su dignidad de seres humanos. Cuando valoramos sus esfuerzos y somos solidarios con ellos, en la creación de una sociedad más justa y fraterna.

 

Construimos la paz cuando comprendemos que  hemos sido creados para vivir y trabajar en grupo, para formar comunidad.

 

Entonces, cada uno de nosotros se convierte en arquitecto de la paz y nuestra mano tendida hacia el otro repite con Cristo: ¡Shalom! La paz sea contigo, la paz sea con nosotros.