IV Domingo de Pascua, Ciclo B
San Juan 10,11-18:
Perfil de un buen pastor

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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Dijo Jesús: Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. Yo conozco las mías y las mías me conocen a mí. San Juan, cap. 10.

Entre los animales domésticos la oveja no es la más inteligente. Tampoco la más fuerte y veloz. Pero desde tiempo inmemorial se ha criado en nuestro entorno. Quizás por su mansedumbre. Pero ante todo por los beneficios de leche, carne y lana que nos aporta.

De otro lado, cuando el hombre primitivo comenzó tímidamente a hablar de un ser superior, encontró a la mano una obvia comparación: Dios es como un Pastor y nosotros somos su ganado.

Según cuenta la biblia, desde los tiempos de Abraham, los rebaños abundaron en la región de Mesopotamia. Y cuando la religión judía se fue estructurando al regreso de Egipto, esta forma de mirar a Dios como un pastor, hizo carrera en la tradición del pueblo.

Jesús mismo empleó idéntico símil en varias ocasiones, redimiendo la tosquedad y la mala fama de los pastores de entonces: Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. Yo conozco las mías y las mías me conocen a mí.

Ofrece aquí el Maestro un modelo de relaciones humanas. El cual podría orientar, de manera fructuosa, el trato ordinario entre todos los miembros de la Iglesia. Al fin y al cabo Jesús es el mayoral de toda la grey, como dice san Pedro en una de sus cartas. Y cuantos tenemos alguna responsabilidad en la comunidad creyente, también somos pastores.

Jesús sigue adelante describiendo al pastor ideal: Da la vida por las ovejas. La fe cristiana mantiene como hecho central esa entrega del Señor para salvarnos. Muerte y resurrección que hemos celebrado durante la Semana Mayor.

Pero existen muchas maneras de entregar la vida por los demás. Lo hacemos cada día, en módicas cuotas, en favor de aquellos a quienes amamos.

Dar la vida es hacer que el otro surja, que se califique mediante nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio. Dar la vida es aceptar desaparecer, mientras otros asumen su merecido protagonismo.

El Señor, con profundo conocimiento de nuestra condición, añade otros rasgos al perfil de un pastor ideal: Conoce a sus ovejas. Las puede identificar en cada momento.

En este tiempo de tantas comunicaciones, vivimos sin embargo incomunicados con quienes nos rodean. Mucho ruido quizás y pocas nueces.

Sobre aquel paisaje campesino de Galilea donde pastaban los rebaños, se ofrecían atajos que podían desorientar a las ovejas. También barrancos detrás de los cuales se escondían los ladrones, o acechaban los lobos.

El buen pastor, añade Jesús, no es como el asalariado, que huye ante el peligro, dejando abandonada la grey.

A este espejo del Buen Pastor hemos de mirar hoy obispos, sacerdotes, diáconos, padres de familia, educadores, comunicadores, políticos. Todos cuantos tenemos la tarea de acompañar al pueblo de Dios.

Y también muchos jóvenes que desean servir a la comunidad en innumerables tareas. Entre las cuales se destaca el anuncio del Evangelio, a quienes todavía no conocen a Jesucristo.

En el Libro de la Vida, del cual nos habla el Apocalipsis, Dios escribe cada día con letra hermosa y paternal emoción, todo cuanto hacen, aquí y allá, los buenos pastores. Tantas veces en un glorioso anonimato.