Un drama en el desierto

Domingo I de Cuaresma, Ciclo A 

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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"En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu, para 
ser tentado por el diablo Y allí permaneció ayunando durante cuarenta días con sus noches". San Mateo, cap.4.

Hombres tentados y también falibles. Lo comprueba nuestra diaria experiencia. El pesimista nos señalará encadenados al mal y rodeados además de demonios. El optimista resaltará, a la luz de la sicología y del progreso, nuestras capacidades de superación. Mientras tanto el cristiano nos mirará de forma serena y bondadosa, repitiendo aquella frase del papa Paulo VI: "Toda persona 
humana es capaz de lo mejor y de lo peor"

Pero tentados significa a la vez hombres libres, lo cual nos deferencia del mundo inanimado y de otras especies vivas. Así en toda ocasión podemos apostar por el bien, o por el mal. Y cuando escogemos lo primero - apoyados en Dios obviamente - añadimos a nuestra hoja de vida un punto de grandeza.

Por el contrario, si no fuéramos libres, como dice un autor, si en todo 
momento y coyuntura estuviéramos determinados al bien, nuestro mundo sería "un maravilloso campo de concentración".

El Señor Jesús, quien tomó nuestra naturaleza, no como un disfraz, sino 
aceptando todas sus consecuencias, se nos muestra tentado antes de iniciar su vida pública. Pero en la realidad el Maestro sufrió la tentación durante toda su vida temporal. Es decir, cada día tuvo ante sí la posibilidad de ceñirse al plan de Dios, o de negarse a realizarlo.

Los evangelistas lo cuentan de forma dramática. Jesús, en mitad del desierto, acosado por el demonio que lo invita: A convertir unas piedras en panes. A lanzarse desde el pináculo del templo, buscando ser aclamado por la gente. A adorar al espíritu del mal, a cambio de poseer toda la tierra. En otras palabras, a orientar su mesianismo de forma fácil y egoísta.

Sobre estas tentaciones del Señor se han extendido los comentaristas. 
Algunos defienden que este episodio ocurrió de forma real y visible. Otros, que fueron situaciones interiores que el Maestro comentaría luego a sus discípulos. Algunos más señalan que las comunidades cristianas plasmaron en este relato, de forma colorida, su fe en un Jesús plenamente hombre. El que no conoció 
pecado, pero que sí padeció la tentación.

Los evangelistas presentan este drama de Cristo, de acuerdo al ambiente donde el Señor inició su tarea. Pero también cada cristiano pudiera escribir el relato de sus propias tentaciones. Las hemos vivido en distintos escenarios, con otros personajes, en relación con otros proyectos negativos. En la palestra del propio
corazón, dos fuerzas contrarias se baten a duelo diariamente.

Pero el hecho de ser tentado no es tan simple. No basta que el Maligno se nos acerque. Hay algo más que podemos calificar de misterioso y cuenta en el conflicto. Como quien dice, el ejército contrario tiene varios aliados dentro del castillo.

Por lo tanto, no toda tentación viene de fuera. Las fuerzas negativas que nos rodean: Ambiente social, malos ejemplos, amigos desleales, pecados anteriores no tienen la culpa de todo. Cuando pecamos, somos nosotros en mayor o menos escala, los culpables. Pero san Pablo hace el balance de todo esto: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". Y además: "Fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas".